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El ODIO

Tengo el placer de dedicar esta entrada a los diseñadores a los que no conoce ni Dios que salen en las fotos en blanco y negro que decoran las paredes del IKEA pillados a media carcajada.

¿Te han dado un sablazo los de la compañía telefónica? ¿te has descubierto una cana más? ¿has discutido con tu pareja? Es igual. No importa el porqué, importa el estado en sí. Hoy no estás para tonterías, serías capaz de arrancarte un miembro sólo para tener algo que lanzarle a cualquiera que ose dirigirte sus  palabras.

¿O quizá no es un estado temporal? ¿Quizás sea simplemente lo que te define? Y si es así, ¿hay algo de malo en ello?

Yo personalmente me siento mejor sabiendo que odio a algunas personas. Claro, ahora saltará la gente que piensa que odiar esta muy mal, que el niño Jesús llora con estas cosas, etc…

«yo no odio a ese tío, es más si se estuviera ahogando y yo pasara con una lancha, yo hasta le saludaría»

Si bien puede haber quien no suela contemplarlo, me resulta imposible creer que pueda existir una persona incapaz de odiar. Y si este personaje existiera, albergo serías dudas respecto a que pueda hacer alguna aportación interesante a mi vida, salvo quizás ser el objetivo de mi odio.

Si, ya se lo que muchos pensais: envidio su felicidad. Puede ser, aunque desde mi punto de vista, los sentimientos que estos Ned Flanders de la vida me despiertan se inclinan más hacia la lástima. Pues no dejan de parecerme ignorantes de una ley de la vida: hay que odiar para avanzar en el terreno de lo personal, familiar, social y laboral.

Pero no os preocupéis, ya estoy aquí yo para sacar el odio que lleváis dentro. Y para ello sólo tengo que poneros en alguna situación que lo desentierre, cómo por ejemplo, elegir el nombre de un hijo.

Uno no se figura la cantidad de gente a la que odia hasta que tiene que ponerle nombre a su bebé.

«-¿Qué te parece Miguel?

-¿Como tu hermano? Lo que me faltaba, como si no fuera bastante creído ya…

-¿Y Carlos?

-Si hombre, con un vecino imbécil ya tengo, gracias.

-¿Y Moisés?

-¡Secuestró a los judíos! ¡Céntrate mujer!»

Desde luego no hay que escatimar en reparos a la hora de poner nombre a nuestro hijo. Sobre todo si una de las parejas tiene ideas un poco… peculiares.

«—Papá, ¿por qué siempre obecedes a mamá?

—Porque me dejó escoger tu nombre.

—¿Y valió la pena?

—Claro que sí, Goku.»

No cabe duda de que el odio ha sido uno de los conceptos que más ha marcado la historia. Muchísimos acontecimientos importantes quizá no hubieran tenido lugar de no ser por su existencia. Algo me dice que Hitler no siempre ganaba a la Oca.

Cabe discernir entre el odio innato y el odio adquirido. Este último generalmente fomentado por ciertos «agentes externos» que contribuyen a hacer nuestra existencia más agradable.

Gran ejemplo de ello son los vecinos, como la que vive encima mía; todas las mujeres del mundo están deseando llegar a casa para quitarse los zapatos de tacón, excepto ella.

«—Vecina, ¿tú crees que soy uno de esos vecinos raros?

—No sabría que decirte, espera a que salga de la ducha y lo hablamos»

Una vida difícil también ayuda a fomentar ese sentimiento tan profundo que es la ira hacia los demás.

«Hola. Tengo 5 años y vivo en África. No como ni bebo casi nunca. Pero las mejores cosas de la vida son gratis. ¿SE DICE ASÍ, HIJOS DE PUTA?»

Desde luego cualquiera es libre de odiar. Siempre que no vayamos más allá del propio sentimiento. Y eso que hay gente que parece que lo pide de rodillas. Como esas parejas que SIEMPRE necesitan hablar…

«—Tenemos que hablar…

—¿Otra vez? ¿pero tú cómo coño consigues quitarte el esparadrapo de la boca?»

Tu padre puede ser también un estupendo catalizador para tu odio. Sobre todo si es de esos padres que le restan importancia a todo lo que dices.

«—Padre, mañana parto a La Argentina a buscar a mi Mamá. Será un viaje largo y peligroso. Y no se si volveré con vida.

—Llévate al mono».

Ya terminando, aunque suene contradictorio, no creo que el odio sea malo. Si es verdad eso de que todo es relativo, con lo que no habría amor sin odio, sólo por eso este ya merece un sitio en el mundo. Además como ya hemos visto, el odio puede ser como la válvula de escape de una olla exprés, que marca la diferencia entre «he hecho un cocido en 25 minutos» y «pues no queda tan mal la pared pintada de potaje».

Seamos buenos los unos con los otros, pero no olvidemos el lado oscuro. Ya lo dijo el sabio.

Errar es humano, perdonar es divino, dar una hostia con la mano abierta es orgásmico.

Twitter=@cansinoroyal

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9 comentarios en “El ODIO

  1. Me he reído muchísimo, creo que me he visto demasiado identificada. Yo desconfío de cualquiera que me diga que no siente odio por nadie. O es un robot disfrazado y la suplantación de humanos ha comenzado, o tarde que temprano le llegará un arrebato de ira máximo, producto de la acumulación de odio negado, y rodarán cabezas. Como bien dices, el odio es una parte natural de la vida. ¡Un saludo y sigue odiando sanamente!

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    • Me alegra saber que no soy el único que odia. Y más aún que te hayas reído. Desde luego cualquiera que niegue el odio se engaña a si mismo. Yo como dices seguiré odiando y preparando muertes. Eso sí, siempre desde el cariño 😀 gracias por comentar!

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  2. Martes de cuento dijo:

    Lo del mono es pa’ enmarcarlo 😀 😀 😀 😀 Puedo estar varios días acordándome de esa frase, reírme al hacerlo y generar un profundo odio a los que me observen 😀 😀 😀 😀
    Mmmmm, ¿Y a quién odio yo? Sin duda a esos políglotos repelentes que leen un diccionario, ven una peli VOS y ya son capaces de hablar con fluidez un idioma.

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