educacion, estilo de vida, hogar, humor, psicología, social

¿ALGUIEN HA VISTO MI…

«¿¡QUIÉN SE LO HA LLEVADO!? ¡ODIO QUE ME ROBEN MIS COSAS! COMO PILLE AL IMBECIL QUE ME HA ROBADO MI… ah aquí está.»

Acusar a otros de nuestra falta de éxito al encontrar cosas que nosotros mismos hemos «guardado» es uno de los rasgos que más nos define como especie. Esta tendencia despierta a muy temprana edad y nos hace designar como cabeza de turco a nuestras queridas madres, pues son las incuestionables gestoras de todo lo que anda por casa.

«—Señor, hemos perdido a cuatro hombres.
—A que voy yo y los encuentro… —Mamá por favor ¿qué haces aquí? ¡estoy trabajando!
—Ponte derecho»

Si, es verdad: nuestras queridas progenitoras tienen la deliciosa costumbre de cambiar de sitio las cosas sin avisar, pero hemos de romper una lanza a favor de las madres, no sólo por su gran labor como tales, la cuál nunca destacaremos lo suficiente, sino porque la mayoría de las veces solemos errar a la hora de acusarlas injustamente de la desaparición de nuestros enseres.

El que busca encuentra (promoción no aplicable para llaves, mando de la tele ni teléfono inalambrico)

Simplemente es más fácil quejarse que actuar. Y no sólo en casa; en nuestra edad escolar hacíamos de todo con el lápiz, de todo menos estudiar, lo usabamos como espada, lo lanzabamos a modo de shuriken, pintabamos los libros que nos prestaban, incluso había que lo usaba como instrumento de higiene -es increíble la cantidad de sitios por donde nos hemos llegado a meter un lapiz-. Ahora bien, aquel lapicero Staedler del número 2 que viajaba más que el Papa, que había estado en todas las mesas del aula, que había volado más que Juan Salvador Gaviota, un fatídico día, no lo encontrabas. Y ante aquel extraño acontecimiento, el veredicto no se hacía esperar y salía de tu boca sin la más mínima duda:

«¡Me lo han robado!»

Por que tú nunca pierdes las cosas, tan sólo eres un poco despistado. Bueno un poco…  A veces se te olvida hasta dónde estás.

«—Esta mañana se me enganchó el pantalón en la cadena.
—¿De la bici?
—Eres el preso más tonto que he conocido en esta carcel.»

image

¿Por qué somos despistados?

Hay quién nos llenaría una pizarra de fórmulas para explicar la culpa que tienen los genes en esta característica tan general en la raza humana.

Hay quién culparía a una vida llena de responsabilidades que nos obliga a manejar demasiados pensamientos a la vez, y que al echarle a nuestro cerebro más de lo que puede gestionar se ve obligado a apartar e incluso prescindir de  ciertos datos.

Aquellos que acusan al abuso de las drogas tienen también cabida en el debate.

«—Papá ¿tu a mi edad consumías droga?
—¿Cuántos años tienes?
—Diecisiete.
—¿Qué si consumía que?
—Droga.
—¿Y tú eres…?»

Mi humilde opinión no llega a tanto, sino que se baja en la parada del «tenemos demasiados entretenimientos». Con esto no voy  a atacar directamente al dichoso smartphone aunque sea el más susceptible de ello:

«—Perdón, estaba enviando un WhatsApp y no me he enterado¿Qué me ha preguntado?

—Que si aceptas a esta mujer como tu legítima esposa»

Yo soy despistado, no a mucha honra pero tampoco sufro demasiada vergüenza por ello, suelo confundir en la ducha el champú y el gel, aunque después siempre me aclaro (ésta es fina). Y digo esto esperando, iluso de mí, que la gente me perdone mis despistes simplemente porque los reconozco.

Veamos un ejemplo de mi particular talento cuando necesito leche:

Necesitas leche.
Bajas al súper a comprar leche.
Llenas el carro hasta arriba.
subes a casa, colocas todo. Inspiras profundamente.
Espiras.
Vuelves al súper a comprar leche.

Cuando una persona se auto define como despistado piensa en sí mismo como en un ser adorable, el despistado simpático de un cómic manga, un chico cuya cabeza no cabe en sus hombros, que se toca la nuca (a duras penas) con la palma de su mano, con sus gigantescos ojos cerrados que inspira comprensión y simpatía al espectador.

A mi novia no le gusta el manga.

Ya no se cree en esa prerrogativa con la que la conquisté de «mis actos no me representan». Mi Santa exige resultados: cuando pierdo algo como las llaves, insiste en que las encuentre antes de seguir twiteando estudiando.

Así que a ello me pongo, muevo cojines, rebusco en bolsillos, levanto sofás, le hago una colonoscopia al perro… pero como en casi todo en la vida, acertar no suele ser mi primera opción. Sigo rebuscando y pensando que un día me voy a esconder yo, a ver qué cara ponen las llaves. Y es que de tanto buscar y no encontrar, nuestra desesperación nos lleva a pensar que las llaves tienen vida propia.

¿Veis? Otra vez evadiendo la culpa. Evado responsabilidades como Neo evadía las balas en Matrix, pero apoyándome en el sofá.

Y es que me cueste o no reconocerlo, soy un descabezado; abro el Google para consultar la cartelera y acabo viendo un vídeo de un calamar tocando las maracas. Es más: abro Google para ver porno y acabo viendo videos de… porno. Para eso estoy bastante centrado, mira por dónde. Puede ser porque practicando esta actividad no tengo ninguna mano libre para usar el smartphone.

Veo tantos videos Porno que la voz del AVAST ya no me habla…

Hablando de porno, mi novia estaba tan desesperada que anoche llegó a premiarme con una experiencia sexual especial a cambio de que terminase todas mis tareas de la casa. La estratagema le funcionó y así todos salimos ganando. Os prometo que subiré una entrada describiendo tal experiencia, en cuanto consiga sentarme sin que me duela.

Twitter=@cansinoroyal

Estándar

8 comentarios en “¿ALGUIEN HA VISTO MI…

  1. Ser despistado puede tener graves consecuencias.
    Imagina lo siguiente, cuidas tu economía y el ambiente remplazando tu botella de cátsup (Kétchup) por una bolsa apachurrable (espero que sepan de lo que hablo) semanas después adquieres mermelada de fresa en un empaque similar. Un día estás viendo una película cuando le pone cátsup a tu pollo frito y…
    ¡Por qué demonios la bolsa de la mermelada también es roja!

    Le gusta a 1 persona

  2. Raúl dijo:

    Lo único que se, es que a medida que aumenta tu popularidad entre las blogueras crece al mismo tiempo el nivel intelectual de tus textos, olvidándote asì de tu seguidores que te leian cuando nadie te conocía. Nunca olvides de donde vienes.

    Le gusta a 1 persona

Deja un comentario