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EL HIPSTER ENCUBIERTO

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Lo primero es lo primero: si algún ciego lee esto, que sepa que está curado. Dicho esto, comencemos.

El otro día fui a tomar café a un Starbucks (qué diablos, ya terminaré  de pagar el coche otro año). En enclaves como este corres ciertos riesgos que no corres en un bar normal. Como quedar atrapado en la barba de un Hipster o que se te caiga su máquina de escribir encima.

Se que acabáis de hacer una breve pausa para releer lo último y, agarrándoos desesperadamente a las crines de la cordura, habéis sacado la aventurada conclusión de que lo de la máquina de escribir es una broma de las mías.

Ojalá…

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Si hay algo seguro en la vida, es que los extremos nunca son buenos. Eso y el hecho de que los hombres no sabemos comprar compresas.

«—Puri, estoy en Mercadona. ¿Qué compresas querías?
—Ultra normales de noche sin alas. Pregunta a una dependienta.
—…
—Pero, no llores, Paco.»

El problema es que no paramos de darle patadas a los extremos, arrojándolos más allá de la línea de tiza anteriormente fijada y haciéndolos más y más extravagantes. Hay modas que tienen una cierta utilidad -por no decir excusa- pero señores, ¿en serio?

¿Qué puede escribir un Hipster en una máquina de escribir a parte de una lista sobre las estupideces que hacen en nombre de destacar de alguna manera?

Imagino que la de llevar una máquina de escribir a todos sitios esta tachada ya. Quizá es para no olvidarse de comprar algo…

«—Toda la noche despierto vale la pena si al llegar a casa veo esa carita tan linda que…
—¿Traes churros?
—Em… No…
—Ve a por churros.»

Hay que tener serio cuidado con lo vintage. Uno cree que es una tendencia inofensiva, pero puede ser un vórtice temporal de lo más peligroso. El otro día me até un jersey alrededor de la cintura y subitamente me llegó una llamada perdida de 1996. Son estos los aspectos de esta tendencia que me mantienen obnuvilado.

Como ya sabéis, cuando se me mete algo en esta almendra que tengo por cabeza no me lo saco hasta que no lo concluyo. Es lo que tiene la perseverancia.

«—¿Su mayor virtud?
—Soy perveserant… perv… pers… perserev… per… perse…
—Ya, le he entendido
—Perve…Perese… pers… pe…»

Así pues, me he propuesto infiltrarme en el mundo hipster como un agente encubierto que se hace pasar por el acólito de alguna secta demoníaca con el fin de investigarla desde dentro.

«—Y Cthulhu el innombrable emergió de aquel océano de pestilencia…
—Paco, deja a mi madre cagar en paz!
—Y sus acólitos le custodiaban…»

Para llevar a cabo con éxito la misión que me había autoencomendado necesitaba contemplar primero una serie de detalles de vital importancia que supondrían a buen seguro la diferencia entre la vida y la muerte. Para el que ose seguir mis pasos, le recomiendo encarecidamente que eche un vistazo a una de mis entradas, en concreto LOS HIPSTER Y SU MODA PSEUDOVINTAGE que podéis leer pinchando en el título. Allí encontraréis una serie de pautas que os serán de gran ayuda en el camuflaje. Y eso que yo soy malo para el camuflaje. No me escondo para decirlo.

De acuerdo con dicha entrada uno de los aspectos que más define a un Hipster es la barba. Pero yo no tenía. ¿Cómo podría ingresar en la comunidad pseudovintage sin una hermosa mata de vello facial?

Pues ni idea. Así que hice lo que todo hijo de vecino debe hacer. Fui al registro civil a preguntar. Después de una breve espera de no más de una hora y media me acerqué al mostrador a explicar mi problema. La señorita me dijo sin levantar la vista ni una sola vez que no había tal problema.  Que siempre que cumplimentase por triplicado el modelo de escrito 143/C y me presentase con gafas de pasta, pajarita y unas Jordan del 86, podría inscribirme ya mismo como hipster, y que contaba con un plazo de 10 días hábiles para presentar mi barba o fofotocopia compulsada de la misma. Así mismo tendría que superar un examen tipo test cuyo tema principal era la BIBLIA HIPSTER (pincha aquí)

Me despedí pletórico de alegría y me dirigí a unos grandes almacenes dispuesto a adquirir los citados artículos. El problema era que no disponía del capital necesario para pagarlos  (recordemos que había ido a un Starbucks). En un arrebato de operatividad ante la visión del posible fracaso de mi aventura antes de su comienzo, me dispuse a conseguir mis tesoros fuera del amparo de la ley. Así que tuve que hacer uso de mis recién descubiertas habilidades de agente secreto y hurtarlos sin ser visto.

Al menos ese era plan. Pero las vicisitudes de la vida, ya sabéis. Alguien del personal, un tal STAFF, alertó al guardia de seguridad de la ausencia de una serie de objetos que componían mi botín. Ante este problema, el segurata tomó las diligencias pertinentes: se puso en la puerta del recinto y proclamó un sonoro «¿Quién se ha llevado una pajarita, unas gafas de pasta y unos mocasines?»

Aquella era sin duda una ocasión perfecta para poner a prueba mi temple como agente secreto. El guardia estaba dando palos de ciego. Su táctica se trataba de golpear el árbol hasta que cayese una pera y tan solo era cuestión de mantener el tipo.

El problema surgió cuando algo en mi subconsciente, por no decir mi conciencia, me hizo una jugarreta y no se me ocurrió otro comentario que: «¿Robar yo? Vamos hombre… ¡a mi que me rehipster

Así que ahí estaba yo, sin barba, sin artículos vintage y con la condición de persona non grata en Pull&bear recién adquirida. La misión parecía condenada al fracaso. La logística había fallado, el presupuesto militar había fallado.

Mi plan operativo no estaba preparado para estas carencias así que hice lo que cualquier guerrero curtido en la batalla. Rebusqué dinero entre los cajones de mis padres.

La búsqueda fue negativa en cuanto a calderilla, pero positiva en cuanto a otras cosas; mi padre ya ha llegado a esa edad en la que no se tira nada a la basura, sino que se guarda en los cajones. Dicha edad esta comprendida entre la de dejar de poner las manos por delante cuando te caes de bruces y la de contar la misma historia 189 veces.

Cuando tu padre tiene el síndrome de Diogenes la costumbre de guardarlo todo «porque nunca se sabe», se te presenta un abanico de posibilidades tan grande como el de elegir fondo de pantalla para el ordenador cuando eres soltero. Esta era una de esas cualidades que en un principio criticaba, pero por razones meramente de principios: me sorprendía e indignaba sobremanera que mi madre, obsesionada con la limpieza le permitiese ese tipo de licencias.

A ver, nada más lejos de mis intenciones el criticar a una madre, el único ser capaz de caminar sobre el suelo recién fregado sin que se note. Pero nunca entendí esa doble moral, esa hipocresía.

En un cajón de tu padre puedes encontrar, previa vacuna antitetánica, los objetos anteriormente mencionados, amen de otros más. Eso sí, no encontré unas playeras Nike Jordan del 86, aunque sí que habían unos cordones amarillo fluorescente que vinieron de regalo con un bote de detergente (valga la rima).

También encontré, entre otras cosas, tres candados, unas catorce llaves que no abrían ninguno de los candados, una botella con forma de virgen en la que se suponía que había agua bendita (la dejé donde estaba; por más que la busqué desde varios ángulos no encontré la fecha de caducidad) y una linterna de pila de petaca.

Una vez arreglados los papeles, adquiridos los items, y con la mirada fija tras mis Aviator de cristal marrón me dirigí al Starbucks más cercano, más tenso que un ñu bebiendo agua.

Si queréis conocer el desenlace de mi aventura estad atentos al segundo capítulo de EL HIPSTER ENCUBIERTO. Os dejo por ahora. Que me…  me………….. me voy a dormir (Dios…  Otro bostezo como este y me hago reversible).

Twitter=@cansinoroyal

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19 comentarios en “EL HIPSTER ENCUBIERTO

  1. Tal vez nos hemos equivocado y no ha pasado el tiempo… El otro día, sin ir más lejos, vi en las tiendas ropa de cuando yo tenía 15 años, tal vez no es que haya pasado 15 más (uno arriba o uno abajo, ¿qué más da?) sino que no hemos cambiado tanto como nos hacen creer 😉. ¿Que cómo explico, si fuera así, lo de las nuevas tecnologías? Uf, no lo puedo saber todo… 😉

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    • Máquinas de escribir, tocadiscos con su auriculares en medio de una cafetería… Pero luego tienen un iphone 6 Plus. A mi me parece hasta un poco hipócrita. Como esos que se llaman a si mismos hippies porque llevan rastas. Pero luego llevan una chaqueta Billabong de 80 euros, pantalones Quicksilver de 70… Y claman contra el consumismo con el puño bien alto mientras con la otra mano se hacen un selfie con su iPhone

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  2. XD Compresas no sé pero pañales para mayores igual necesito. Gracias por las risas. Por cierto, los enlaces a la Biblia Hipster y Los Hipster y su moda pseudovintage creo que están rotos. Voy a buscar los artículos a través del tag de tu blog porque después de leer esto no me puedes dejar así. No te quitaré ojo.

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