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CORRER V: Alternativas al running

«El ser humano solo usa el 10%de su matrícula de gimnasio»  Albert Einstein.

¿Por qué dejar el Running? Pues porque estoy sufriendo bastante rechazo social. Ya estoy harto de que la gente se me acerque y me pregunte «¿De qué huyes? ¿Tu amigo va a hacer una mudanza?»

Vosotros reiros. Pero el running podría ser un problema. Cuando todos esos yonkies que corren para no pensar en la droga vuelvan a engancharse a ver quién los persigue cuando te roben el móvil para cambiarlo por un bolo.

Yo empecé en esto del running por casualidad. Eran esas corazonadas que me daban cuando veía gente correr en domingo y cosas así. Yo veía todos esos señores corriendo y pensaba: Al final va a haber que hacerse Runner. No sea que un día caiga un apocalipsis Zombie y todos corran más que uno.

BUSCANDO ALTERNATIVAS

Cuando una persona comete la inmoralidad de salir a correr porque sí. Tiene que tener por seguro que, a menos que tengas quince años, a la larga empezarás a notar el desgaste endémico de esta práctica. Yo no tardé demasiado en empezar a verme aquejado de serios dolores de rodilla. Tenía  que buscar una alternativa sana a eso de correr por ahí que me llenase tanto o más que el running.

No me hacen mucha gracia las máquinas de gimnasio, excepto una en la que metes un euro y te sale un Bollicao. Las pesas tampoco so lo mío. Total, que llevo dos meses apuntado a un gimnasio. Y lo único que he perdido son 90 euros. Puede que así, vestido, aún no se me note, pero esperad a que termine el verano y haya que ir a tomar café a un Starbucks…

«—Mi novia me ha dejado porque dice que estoy obsesionado con el gimnasio.
—Qué fuerte…
—Gracias. Toca, toca»

En estos enclaves para cultivar el cuerpo (los gimnasios, no los Starbucks) hay muchas actividades que hacer. Y una de ellas me interesó lo bastante como para apuntarme: el Bodycombat.

El Bodycombat es como el aerobic de toda la vida. Solo que pegando patadas al aire o a un extraño saco de boxeo que en lugar de pender suspendido de una cadena se alza desde el suelo hasta alcanzar la altura de una persona. Pues bien: durante la primera semana asistí a las lecciones que un simpático señor bajito (hasta el punto de que le olía la cabeza a pies) impartió lunes, miércoles y viernes. Todo muy bien, pues gracias a mi pasado Runner logré estar a la altura. Un poco de cuidado de no resbalar con los calcetines al ejecutar las patadas al saco y listo.

Mi frustración comenzó el primer día de la semana siguiente.

El sábado ya había ido al Gato largo (Thecatlong) a adquirir ciertos artículos como unas vendas elásticas para transformar mis puños en herramientas de muerte y destrucción y un calzado especial para deportes en parquet sospechosamente parecido a unas bailarinas. Y eso que a mí este tipo de indumentarias no me despierta mucha confianza. Las vendas para las manos, por ejemplo, tienen un cierre parecido al de un sujetador. Baste decir que hace años cogí un sujetador de mi hermana para practicar con el cierre.No pude abrirlo y me dio mucha vergüenza decir algo. A día de hoy todavía lo llevo puesto. Lo uso para colgar mi GoPro.

Así que allí estaba yo el lunes a las 18:30 horas (hora zulú) entrando al gym caracterizado como el guerrero ninja de la tonificación muscular. Cuál no sería mi sorpresa cuando al mirar el horario del tablón de anuncios me doy cuenta de que habían cambiado mi clase de bodycombat por otra llamada cardiocombat.

Ante aquella adversidad me dirigí a la fofisana de la recepción (porque los gimnasios de más de 39’99 al mes cuentan con recepción) a pedir una explicación ante tamaño desastre. La muchacha me aclaró que la clase era la misma. Pero que en ocasiones se le cambia el nombre a las clases porque los nuevos cánones deportivos apuntan a tal o cuál otro por motivos de atraer al público.

Por mi parte lo veo una estupidez, qué queréis que os diga. Es como si el domingo mi novia me manda a pastorear pelusas en vez de a barrer.

Resignado, me interné en el área de bodycombat cardiocombat y efectivamente, ahí estaba mi amigo el corpocorto. Presidiendo el calentamiento como si tal cosa. Como si no tuviera que ver con el inmenso sentimiento de vacío que atenazaba mi alma, el puto enano karateka.

Curiosamente, la clase fue exactamente igual que la semana pasada. Mismos movimientos, misma música. Solo cambió una cosa: los alumnos. No había ninguno de los que habían empezado conmigo. Lo cuál llenó mi mente de preguntas mientras aporreaba rítmicamente aquel saco.

¿Dónde estaban los antiguos alumnos?

¿Habrían mal interpretado el cambio de nombre como un cambio de horario y habían dejado de venir pensando que aquella clase había sido trasladada o, peor aún, anulada?

¿O quizás se trataba de algo mucho peor? Cabía la posibilidad de que el cambio de nombre de esta disciplina fuera algo periódico. Cabía la posibilidad de que se vieran obligados a hacerlo para evitar las sospechas suscitadas de que algo atroz estaba pasando en esas clases. Cabía la posibilidad de que los alumnos hubieran estado muriendo víctimas de la extenuación o alguna patada voladora errada. Cabía la posibilidad de que el cambio de nombre no fuese la única estratagema para ocultarlo, y que sus cadáveres hubieran pasado a rellenar aquellos sacos de boxeo. Cabía también la posibilidad de que la falta de oxígeno me estuviera afectando al cerebro.

Fuera como fuese, a la semana siguiente, cuando comprobé en el tablón que el cardiocombat había vuelto a mutar para renacer como dancecombat. Me di cuenta de que no estaba hecho para cambios tan frecuentes y tan poco motivados. Dejé  de ir a aquellas clases infernales y volví a running, pero running, running. No esa tontería de correr que hacen los pobres. No os dejéis engañar: hay una gran diferencia entre un corredor y un Runner (240 euros en equipación fosforito).

El hijo del viento, me llaman. Pues ya se sabe: cuando te muerde el gusanillo…

«—¡Me ha mordido un runner!
—¡Una ambulancia, rápido!
—Ya voy yo mismo corriendo
—¡Aguanta! ¿Cuál es tu grupo sanguineo?
—Supinador
—Lo perdimos»

He aprendido algo. Y es que si algo te va bien, mejor no dejarlo. Ya encontraré alguna manera de cultivar mis músculos. Por cierto, para marcar abdominales, ¿alguien sabe qué prefijo es?

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OPERACION BIKINI

Se acerca el verano. Se lo ha tomado con calma, pero se acerca. Hemos pasado más frío que robando pingüinos. Ha llegado a llamar a mi puerta un oso polar para pedirme un Frenadol. Pero ese tiempo ha pasado (por fin). Llega el calor (por fin). Y con él llega el acortamiento general de la ropa y el enseñar más, (¡por fin por fin por fin!… ¿por fin?) Así es, amigo/a. Ha llegado la hora de probar cosas nuevas en el sexo. Como por ejemplo, practicarlo. Y para ello hay que exhibir el género.

El problema es que esto trae consigo un dilema: ¿tienes el cuerpo adecuado para enseñarlo? ¿no hay cierta parte de ti que sobra? ¿no te parece demasiada coincidencia que el hecho de que te hayas sentado en el sofá coincida con la desaparición de un hijo tuyo?

» —¡Que pasa, culo gordo!

—…Me siento insultado.

—¡¡Pues será en cuatro sillas!!»

A nadie le gusta que la gente que le ha visto durante todo el invierno sin mediar palabra a cerca de cómo le quedaban las capas y capas de ropa que llevaba de repente lo vean en todo su esplendor y acierten a soltar comentarios del tipo «Cómo te has puesto macho. ¿Has tirado de la anilla del chaleco salvavidas o que?» o «Colega, un poco más y tendrías tu propio código postal».

Amigo/a, así no se conoce gente.

» —Hola, eres la dependienta más guapa que he visto en la vida. Te observo todos los días a través del escaparESTÁS PULSANDO LA ALARMA?!
—Sí.»

Yo me siento tan absolutamente  culpable por todo lo que he engullido desde antes de navidad que al pellizcarme la barriga creo notar la forma de un turrón que me comí en marzo. Lo sé, sé lo que estáis pensando: ¿Turrón en marzo? Pues si, porque mi madre no tira nada. Entre eso y las sobras de las cenas de Noche Buena y Noche Vieja todos los años tengo para comer sin cocinar hasta mediados de abril.

Pero eso se acabó. El calor ya aprieta y los días de playa están cada vez más cerca, así que por mucho dinero que hayamos gastado en cultivar esta curva de la felicidad, su aventura acaba aquí y ahora.

Bueno, quien dice Ahora, dice mejor el lunes.

El lunes, eso es. Está decidido, el lunes empiezo la dieta, empiezo a hacer ejercicio… y empiezo a poner excusas para empezar el próximo lunes. No sé si esta técnica de entrenamiento os suena de algo… ¿Por qué insistimos en empezar este tipo de cosas un lunes? ¿Acaso este día no está ya lo suficientemente vilipendiado por la sociedad?

Si el lunes tuviera cara, seguramente estaría rota.

Qué queréis que os diga: yo los lunes, hasta que no me tomo un café y son las cuatro de la tarde del viernes, no soy persona. Y es que para mi los cinco primeros días de la semana son los más complicados. Los lunes me siento tan débil que David el Gnomo es 14 veces más fuerte que yo. ¿Cómo voy a empezar otro sufrimiento más ese día?

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Pero yo se por qué lo hacen, yo se por qué dejan estas cosas para el lunes: porque el lunes,  amigos, es el septiembre de la semana. Es el que pasa lista, el que pide cuentas. Es…  Cómo decirlo: el lunes es el MSDOS de la semana. Porque el MSDOS  es la cara seria del WINDOWS, la que nadie quiere ver.

Tu estas muy a gusto bajándote porno musiquita con tu Windows y viendo tus videos porno en YouTube, y mientras tanto Windows te ofrece su cara amable: todo es colorcitos y animaciones. Pero de repente una de las páginas de dudosa reputación que frecuentas te cuela un virus; es entonces cuando MSDOS hace su aparición con su pantalla azul para darte las malas noticias.

En fin, por mucho que tardemos en decidir el día para empezar a cuidarse. Hay que hacerlo y hacerlo bien. Hay que se optimistas y perseverantes, no como mi novia, que ha dejado la Operación Bikini y se ha pasado a la Operación Pareo directamente.

“—Cariño, ¿a que se me nota el gimnasio?
—¿Te lo has comido?
—No.
—Pues entonces no.“

Como decía, hemos de empezar a comer menos. Pero claro. Ello tiene unos inconvenientes. Si comes pescado hervido, por ejemplo, es muy importante sentarte tres horas en el sofá y no mover ni una ceja a fin de conservar las 23 calorías.

Pero no sólo de pan vive el hombre, al menos no si quiere mostrar un cuerpo fuerte y portentoso. Y aquí es donde entran los pinchazos de hormonas de toro batidos de proteínas.

Un batido de proteínas sirve para tomarte un batido muy caro y decirle a la gente lo bueno que es. También sirve para tirarse pedos de colores.

En realidad no son de colores, pero como alcances a oler alguno te lo parecerán.

Creo que la gente que insiste en lo mucho que le sabe y le conviene su batido después de entrenar en realidad tratan de convencer, no tanto a los demás como a si mismos, de que ha sido una buena idea gastar 60 euros en caca (esta bien escrito, no quería decir cacao) en polvo con un sabor que algún imaginativo poeta, en alguna noche de tormento entre opiaceos, tuvo a bien llamar vainilla.

«La vida es como una caja de bombones. Para los gordos se acaba antes.»

EL CONCEPTO DE FOFISANO:

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Estas modas me superan. Según la cultura (¿cultura?) popular, un fofisano es una persona con kilos de más que, aunque es proclive a recolectar colesterol, aun le quedan un par de Big Macs para palmarla. Ello unido a la simpatía que los tópicos atribuyen a la gente con kilos de más les ha provisto de un aura de pseudoatracción para el sexo opuesto que nada tiene que ver con la gravedad que genera su generosa masa.

Y digo yo: ¿no es mucha coincidencia que este concepto haya surgido tan cerca del verano? ¿Se tratará de un oscuro complot dirigido por metes golosas? Quién sabe si en la última planta de algún rascacielos, en un despacho en donde cabe mi casa, y sentando a una mesa llena de comida en donde también cabe mi casa, no hay un fofisano enfundado en un traje carisimo, con la corbata manchada de grasa, que acaricia una pata de jamón ibérico en su regazo con sus rechonchos dedos llenos de anillos y dice a sus esbirros «comenzad la operación: mete un fofisano en tu cama

Lo que no es coincidencia es que la gente haya aprovechado esta moda pasajera para airear sus lorzas sin acritud. Yo respeto eso, siempre y cuando no demos un tetazo a nadie, claro. Recuerda que tú libertad empieza donde termina la del otro. Siempre que el otro no tenga petróleo, claro.

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EL FRACASO

 

Cuando una persona, independientemente de su sexo, se mira al espejo una mañana y no le gusta lo que ve, se ve más gorda, más vieja, tiene dolores que no cree merecer, etc. Es entonces cuando la palabra «fracaso» se abre paso entre  las legañas y se pone delante del sueño húmedo de la noche anterior para acaparar toda nuestra atención. 

No obstante, al ser mal de muchos nos consolamos como tontos que somos. Sabemos que eso le pasa a todo el mundo, y nos sentimos mejor, añadamos pues el sentirse bien con el sufrimiento de la gente a la lista de los muchos fracasos que cometieron tus padres con tu educación.

En serio, no pasa nada. La vida está llena de fracasos: el académico, el amoroso, el laboral, el Telegram… Y no por ello vamos a dejar de vivirla. A no ser que seas el tipo que inventó el botón ESC de los teclados. Ese sí, que se muera.

Si buscamos el origen del fracaso en nuestra raza quizás estaríamos equivocados. De hecho, en orden de mantener el rigor informativo, seguramente deberíamos remontarnos muy atrás en tiempo. El fracaso existe desde  la primera vez que el hombre se propuso algo. Digo más, el homo antecesor (que no es un gay de las cavernas como su nombre insinúa) ya tuvo sus primeros contactos con esta fuerza implacable de la existencia.

El día que este ser, llamémoslo Antonio, ya que por motivos de seguridad me ha pedido que no revele su verdadera identidad, pensó en crear una herramienta, la que fuera, un hacha de sílex, un palo afilado, lo que fuera, fue sin duda un impulso motivado porque antes intentó realizar alguna tarea para la que sus manos desnudas no fueron suficientemente eficaces. Y ahí tenemos seguramente el primer fracaso de la historia.

Pensemos durante un segundo en la sensación de desdicha que tuvo el pobre Antonio al darse cuenta de que no podia actualizar su iPhone realizar semejante tarea. Por primera vez se dió cuenta Antonio de que había cosas que estaban fuera de su alcance y que no parecía haber otra opción que aceptarlo y sufrir. Tuvo que ser como cuando después de poner la alarma en tu movil lees: «quedan 4 horas y 33 minutos para que suene la alarma».

Tengo un amigo que es karateka (qué le vamos ha hacer, no ha querido estudiar) que dice que,  según Confucio, una persona que,  sin ánimos de ofender, para ser chino tiene un nombre raro de narices, «fallarás el cien por cien de las cosas que no intentes».

Yo no estoy tan seguro, Confu… Hay una serie de cosas que mejor dejarlas a un lado, pues son un fracaso anunciado, como por ejemplo elegir un password o contraseña.

No existe ni una sola persona con acceso a Internet que se libre de enfrentarse a frases automáticas de sistema como:

«lo sentimos, su password ha de tener como mínimo 8 letras, un número, un versículo de la biblia y un nombre de Pokemon legendario»

O…

«lo sentimos, viendo la mierda de password que ha elegido dudamos mucho que haya nada de valor sobre usted para guardar»

Claro, al final tanta contrariedad acaba ofuscado al usuario.

«El password es muy corto, el password debe contener un número, es pasword debe tener al menos… ¡¿ME DISE TÚ EL PASUOR O KÉ ASE?!»

                   Anónimo (visto en Fb)

Y hablando de fracasos no podemos dejar de lado un gran invento como es el autocorrector.

«Cerebro: ¡He inventado un poema con el que enamorar a Susana!

Pulgares: ¡Bien, nosotros vamos a escribirlo!

WhatsApp: ¡Genial, yo lo enviaré!

Autocorrector: Me vais a comer todos la p…»

Y no os creáis que pasa sólo con el castellano. Hay que leer bien todo antes pulsar la tecla de enviar

Lo que quieres decirle:
«it’s not you, honey.  It’s me»

Lo que ella va a recibir:
«it’s not you, honey.  It’s melissa»

No podemos librarnos del fracaso porque es inherente a la raza humana. Nada más lejos de mis pretensiones el desanimar a nadie. Todo lo contrario, al igual que mi amigo Confu, que está muerto, os animo a no rendiros nunca. Eso sí, teniendo claro este dato. Cualquier cosa que hagas implica la posibilidad de fracasar. Y si no que se lo digan a Antonio, el gay de las cavernas.

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EL SOBREPESO

¿Veis este cuerpazo que tengo? ¿Estos abdominales esculpidos  por Adonis?, ¿estos cuádriceps de acero?

¿no lo veis?  Pues que pena…  para vosotros.  Tendréis que fiaros de mi palabra.

No cuela ¿verdad?

Lo que seguro que no es tan increíble es el hecho de que antes estaba gordo.  Pero no gordo en plan «un poco pasadete»,  estaba GordoJoPuta,  que es un término que he acuñado y que estoy introduciendo en el argot actual.

Así es,  me encontraba en un estado de «insultable sin factura moral» ; podías decirme gordo sin tener que sentirte mal ni temer replica alguna. Ser gordo en Estados Unidos mola porque tienes apodos como Big Al o el Gran Joe. Aquí con un poco de suerte no te llamarán Culo Bacon o Brazo Choped.

Estaba tan gordo que una vez pasé por delante de la tele mientras mi familia veía Juego de Tronos y se perdieron tres episodios.

«-‘pérate un momento. ¿ese qué hace muerto, no estaba vivo ahora mismo? Puto gordo… ¡vuelve a la cocina!»

Una cosa que tenemos los gordos como los negros es que podemos decirnos «gordo» entre nosotros y aquí no pasa nada. Otra cosa es que sabemos reconocernos entre nosotros a simple vista. Un poder que tenemos.

Mi novia no parecía darse cuenta.  Cada vez que le preguntaba a mi pareja sobre si estaba muy gordo ella se deshacía en alagos hacia mi persona que dejaban patentes algunas de mis cualidades como lo inteligente que soy, lo calladito que me mantengo cuando vamos al cine o lo bien que me sale el café en la Nespresso. Una vez en medio de una de estas conversaciones hasta me dedicó un piropo en su prosa:

«-amor, ves el mar?
-si, mi vida
-ves lo grande que es cielo?
-si, mi amor
-pues tu culo es así de gordo»

Sabes que es el momento de mirartelo cuando la frase «estás que no cabes  en ti mismo»  pasa de insulto a llamada de atención. Es en ese momento,  cuando la gente pasa de temer que la pises  a temer directamente por tu vida, cuando tienes que ponerte en tu sitio.

El problema es que en tu sitio sólo cabe uno y tú eres dos. Yo por mi parte me busqué la vida con una dietista y después de tres depresiones,  ocho bajadas de tensión  y cuatro meses sin oler unas papas fritas,  adelgacé mi primer kilo. El problema fue que un seno se me había quedado posado en la estantería del baño y al moverme descubrí  la siguiente ecuación:

-1kg + sen x= (algo estás  haciendo mal,  puto gordojoputa)                 

Estaba claro que la dieta y el deporte no eran lo mío.  Así que resolví empezar con remedios naturales. Empecé  con productos dejados en esta tierra por nuestra amiga la madre naturaleza y tratado por las manos callosas de algún simpático amiguito de Asia,  del tipo té verde,  rojo y fuxia, cola de caballo, oreja de ciervo,  páncreas de pokemon de agua… 

Pero lo natural tampoco me convencía, así que me pasé a la química. Tomé L-carnitina, Hidroxicut, aminoácidos ramificados, Efedrina (¡¡¡CON ESTO ÚLTIMO ME LO PASÉ DE PUTA MADRE VAMOS A IBIZA COÑO YA TARDAMOS BANGUERAN RUFIOOOOO!!!) pero mi gelatinosa riñonera se resistía al desahucio.

La opción  quirúrgica quedaba descaradamente descartada de antemano dada mi inquebrantable postura respecto a las intervenciones de esta índole (son caras y no tenía un duro).  Así que una vez más junté dos pufs y senté sendas posaderas mientras comía  un ligero tentempié consistente en un bocadillo de leche condensada.

Por más que pensaba y pensaba no podía «croquetarme» en el tema. Cuando uno está a»costillado» a pensar en comida. «souffle» mucho intentando des»tarta»r esos pensamientos. Uno puede pensar «queque»  esto que digo «bacon» segundas.  Pero enseguida en»ternerá» que no todo es comer y comer,  que en esta vida hay que a»pechuga»r porque nadie va a hacer «nata» 
por tí. Todos «cebamos» de qué hablo. No sólo «pasta» con decirlo,  hay que ponerse a ello. Estas y otras son frases que te «macarron» de pequeño,  pero aun así engordarste porque no lo «bistec» venir.

En resumen.  Que hay que cuidarse.  Y para el que quiera empezar a hacerlo nada mejor que unas Nike Pegasus Requete plus del número 43.  Sólo se han usado una vez. Mejor verlas.

          

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CORRER

¿Qué es exactamente lo que se le pasa a una persona por la cabeza el día que empieza a correr? ¿Qué cuerda vibra en el alma de un individuo y/o/u individua para que de repente diga «mañana madrugo y…(esta frase nunca termina bien)… me voy a correr?

Son preguntas a las que jamás hallaré respuesta, o al menos ninguna respuesta que no me lleve a más preguntas. Ni siquiera si nos vamos a la principal: ¿por qué corre la gente? No me refiero a por que corrían en Alemania en el 45. No, me refiero a por qué corre la gente en la actualidad.

Correr y 2014 son dos cosas que a mi juicio no caben en el mismo contexto. Es como el alquiler de películas: Mi madre fue a un videoclub y alquiló una película ayer mismo. Fue a un videoclub… Y pago por ver una película… En 2014…

Quizás habría que buscar en la raíz del asunto. Que es Paco, ese amigo tuyo que dice correr todas las mañanas y que desde que empezó es más feliz, esta más sano, la tiene más grande etc. Encima se toma la libertad de recomendarte una marca de calzado deportivo especial para estos menesteres, el Paco. Aún no se qué razón convincente hay para ir a unos grandes almacenes y adquirir unas playeras para running. ¡Running! ¡que no es una marca como Nike o Adidas aunque lo ponga en el 90% del calzado del Decathlon! ¡que por lo visto son para correr!

Y no acaban ahí las sorpresas, le pides al dependiente que te alcance unas Nike Pegassus Requete plus, que te ha recomendado tu colega el corredor y cuando el tío te trae la caja de cartón y la abres, tus ojos sufren un infarto al contemplar semejante combinación de colores chillones. Te preguntas si son para correr o para trabajar en las pistas del aeropuerto.

Tú que en todo te fijas no puedes reprimir la curiosidad y le planteas la duda a un grupo de corredores a los que has identificado rápidamente porque entre ellos utilizan un extraño dialecto con palabras como «pronador» y «supinador» ( y porque por lo visto desde que empiezas a correr sólo puedes usar ropa de correr, ya sea para ir a hacer la compra o a una boda. No se qué tiene esta gente contra los pantalones largos) sobre a qué viene semejante colorido, a lo que los tres a la vez te contestan como si hablarán con un niño de cinco años que son colores que se ven mejor para correr de noche por carretera.

¿¡Correr de noche!? ¡y por carretera nada menos! ¿Qué pasa, que no hay aceras por la noche? Esta gente esta loca. Le arrancas los zapatos luminosos al colega de las manos y te diriges corriendo a la caja y sin mirar a nadie, no sea que aún quede alguna barbaridad por aprender de este siniestro deporte, pero aun así no puedes evitar que una voz grite a tu espalda «¡bascula más el tobillo para que no se cargue! «.

Así que aquí estás, a las 7 de la mañana de un día que promete ser memorable haciendo estiramientos que, por muy ridículos que a ti te parezcan, no son ni la mitad de ridículos de lo que opina todo el que te ve. Después de haber dedicado unos respetables 15 segundos a calentar, comienzas el trote. Todo tu ser sabe perfectamente que tú, a día de hoy, no estas hecho para correr, y te lo recuerda con discretos espasmos pulmonares, que serían más discretos si no tuvieras la nariz semitaponada. Cosa que parece venir por las Nike Pegassus Requeteplus porque tú en tu vida has tenido la nariz así.

Una serie de ideas te empiezan a rondar por la cabeza. El aire esta demasiado caliente o frio, hay demasiada contaminación, es muy temprano y la humedad molesta a los pulmones… En resumen, cualquier cosa vale para excusar lo gandul que has sido hasta hoy.

Doce minutos más tarde te encuentras sentado en el suelo con la espalda apoyada en un árbol. Hace cinco minutos que has dejado de correr pero es ahora cuando empiezas a recobrar el sentido y dejar de temer por tu vida. Miras las Nike Pegassus Requeteplus que descansan cómodamente en la parte más alejada de tu cuerpo y te acuerdas de todos los familiares de tu amigo Paco a la vez que te preguntas si podrás encasquetarselas a alguien y recuperar el pastón que te han costado.

Sacas el móvil. Y después de cerrar la estúpida aplicación para correr que te costó un ojo de la cara, llamas a tu amigo el corredor.

-¿Sí?

-¿Paco, tu qué número calzas?

-uno distinto al tuyo

-¿y eso? ¿cómo lo sabes?

-porque ya lo investigué cuando pretendía venderte mis putas Nike Peggasus Requeteplus.

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