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Las lluvias.

Para esta semana iba a subir una entrada diferente a esta. Pero he tenido la oportunidad de escribir esta en estos últimos días, ya que me he tomado unas minivacaciones para disfrutarlas con mi pareja y NO HA DEJADO DE LLOVER. Ha sido como si el dios escandinavo del trueno hubiese decidido veranear en Canarias y de paso mantenernos en casa.

«—Mi nombre es Thor, como el sonido del trueno.
—El mío es Luis, como el sonido que haces al quitarle el precinto al DVD»

La lluvia es un simposio de curiosidades que, cuando uno repara en ellas, encuentra apasionantes temas de disertación como una teoría que he elucubrando con relación a los Runners y el agua, se denomina Teoría de los Runners y el agua de Eze, en honor a su autor.

Un Runner no para nunca. Haga frío o calor. Un Runner no hiberna. Tampoco se toma vacaciones de su deporte en verano. Un Runner no para ante  nadie. Los hay que siguen corriendo ante semáforos en rojo. Sin embargo empieza a llover y el Runner se detiene. Todo el mundo empieza a correr, ¡y él se detiene! Algo malo debe de tener la lluvia para que un Runner se rinda ante ella.

No es que la lluvia no sea de mi agrado, pero es que no ha parado de llover en tres días. Y si ya la lluvia es un problema, la gente es mucho peor. O empiezan a exigir un carnet para la gente que lleva paraguas por la calle o me dejan a mí llevar armas de fuego.

¿Es que no se dan cuenta de que ese arma mortal es gigantesca y la acera muy pequeña? Encima yo no soy precisamente pequeño y aquí hay más de una que bien podría caminar por debajo de la cama, que le huele la cabeza a pies, vamos. Y es por eso que el citado artículo me queda a la altura de los ojos…

Se cruzan contigo esgrimiendo esa cosa y encima de que casi te dejan tuerto te miran por encima del hombro como si fueses un violador. Como si fueras por ahí con tu ojo como punta de lanza para importunar a las pobres asquerosas que intentan por todos los medios que no se les estofe el pelo.

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Porque esto es así: cuando llueve las mujeres piensan «esta lloviendo, se me va a estofar el pelo y estas bonitas sandalias romanas que he elegido inteligentemente para una mañana lluviosa de otoño se me van a estropear»; mientras que los hombres son más de «está lloviendo, así se me lava el coche». Porque algunos somos muy nuestros. Como mi vecino: La primera vez que le vimos lavando su coche resultó que era una moto.

Los pedidos acumulándose en el Mcauto de Telde:

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REST IN PEACE LOS MEGAS DE LA FACTURA DE OCTUBRE.

En Gran Canaria hemos tenido una semana interesante con este tema ya que ha llovido más que en los últimos años, y como la isla no está preparada, nos encontramos con problemas como este.

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A este problema le sigue otro: la gente no para de enviarte videos y fotos de gente flotando. Resultado: los megas de la tarifa de octubre por el sumidero (nunca mejor dicho). Tengo videos y fotos de inundaciones y riadas en el móvil como para montar dos secuelas de Titanic.

Un minuto de silencio por todos los megas muertos en estos últimos días.
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⌚👀
Joder queda un huevo…
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En fin, que vuestro luto sea interno.

Cada vez que llueve tengo que aguantar a algún gallego diciendo «¡Eu! Que esto en Galicia… ni es lluvia ni es nada ¿eh?» es el mismo que una vez dijo «¡Eu! Voy a imitar a un canario: ‘Yayo Yayo Yayo…'». Aunque a día de hoy sigo sin entender del todo su gutural forma de pedir atención, he de decir que tiene razón en lo referente a las lluvias.

Ha llovido mucho, si. Pero no tanto como suele llover en otras partes de España en donde a penas han ocurrido la mitad de percances que aquí. Conclusión: vamos a morir todos este invierno sin falta.

En fin. Puede que nos ahoguemos, que seamos ensartados por un paraguas, o que muramos electrocutados al intentar enchufar el cargador al móvil con tanta foto de agua dentro pero, pesimismos a parte, me encanta la lluvia. Estar en casa cuando llueve se me antoja una experiencia tan placentera como cuando acabas de aparcar y alguien te pregunta si vas a salir. Oh…

Pero…  ¿Por qué me gusta tanto estar en casa cundo diluvia? ¿Será por la relajación que solo puede provocar el ruido de la lluvia? ¿quizás por el regalo para la vista que representan gotas resbalando por el cristal de mi ventana? ¿o quizás, a riesgo de parecer mezquino, es por el regocijo que supone el saber que hay gente que se está mojando y yo no?

Aunque todas son válidas. Ninguna de ellas se acerca tanto a la verdadera: ESTOY EN CASA Y MI NOVIA NO ME DA EL COÑAZO PARA SALIR. Ohhh seeeeeeeee… No hay ningún «vamos a dar una vuelta», ningún «Hay que comprar esto o aquello» hasta el «baja la basura»  encuentra aquí su proroga. Así que aquí estamos mi novia y yo. Viendo caer la lluvia por la ventana mientras las planchas de uralita del vecino del bajo tocan su particular batucada.

Que bonito es compartir estos momentos con la persona que quieres… De verdad que a veces la miro y me dan ganas de poner el pause a la Play para darle un beso. En cuanto guarde la partida le digo que la quiero.

Sin más me despido entre chubascos, no sin antes daros un par de consejos: tened cuidado donde pisais, evitad coger el coche, y sobre todo…

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LA ESTUPIDEZ HUMANA

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Me fascina el término «estupidez humana». Como si hubiera otro tipo de estupidez. No digo que toda la humanidad sea estúpida. Pero lo que si estoy dispuesto a postular es que los extraterrestres deben de saber que somos una raza fácilmente conquistable si nos han visto dándole vueltas una y otra vez al movil intentando ver derecha una foto ladeada. Hay muchos ejemplos por los que no nos merecemos ser considerada vida inteligente. Sin embargo seguimos empeñados en el humanismo.

El humanismo. Esa estúpida tendencia que gente tan pagada de si misma como Luis Vives, uno de los mayores defensores de esta doctrina reivindicaba comop la creencia ciega en la posición del hombre en el centro del universo.

¡Pero si somos un fracaso en toda regla! ¿Cómo puede ser el centro del universo una raza capaz de gastar 400 euros en un smartwatch?

«—¿Te has comprado el Apple Watch?
—¡Si, es una pasada! Mira, tiene medidor de pulso cardíaco, notificaciones directas de WhatsApp…
—¿Qué hora es?
—Si, claro. Debe de estar por aquí, a ver. No, a ver por aquí…  Bueno, casi mejor espera, que la miro en el móvil.»
—… »

Cualquiera que lea esto puede pensar (y con razón) que soy de esas personas que piensan que la única inteligencia que vale es la mía (hipsters) y que pienso que el resto del mundo es estúpido. Bien, esa es una afirmación a medias acertada. Y en seguida sabréis que parte es falsa y cuál no.

Por todos es sabido que yo no soy ninguna lumbrera. Soy perfectamente capaz de encender la Batseñal para llamar a Batman y cuando llegue se me haya olvidado lo que iba que decirle.

«—Soy Batman, ¿que ocurre?
—Em…  Si… te cuento. Ya que vas a estar despierto a ver si puedes avisarme a las 7 que no me fio de la alarma de mi movil»

Porque si, soy imbécil. Y cada vez más orgulloso de ello. La última vez que me puse las gafas sin recordar que había olvidado que llevaba las lentillas puestas pensé que me había convertido en Spiderman. No salté por la ventana porque daban los Simpson y no me quería perder un capítulo que solo había visto diecisiete veces.

Lo dicho, me enorgullece mi cualidad. Teniendo en cuenta cómo les va a los imbéciles hoy en día, a mi juicio se ha convertido en algo de lo que presumir. Esta  iluminación a la que he llegado solito y sin GPS me lleva a lo siguiente.

CUANDO LA ESTUPIDEZ VENDE

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¿Recordáis a esas chonis de barrio que salían de cuando en cuando en la tele dándole patadas al diccionario? Esas niñas que iban pintadas a su juicio muy guapas y a juicio de otro preparadas para cortar cabelleras.

«—Ferretería, dígame.
—Si buenos días, quisiera una pintura para exteriores como la que lleva la chica de perfumería en la cara»

¿Nenas y no tan nenas que esgrimían el «haiga» como punta de lanza de la cultura poligonera. Que a su total y absoluta falta de educación social y cultural la llamaban «naturalidad»?

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Pues ahora resulta que esto vende. Porque se puede ser una poligonera, pero lo que sale últimamente por la tele no tiene cabida en ningún gráfico. El descaro con el que estas princesas propinan patadas voladoras al diccionario no es ni remotamente aceptable. Y eso que la Real Academia de la Lengua hace todo lo que puede por incluir sus guturales sonidos en nuestra lengua en aras de…

¿En aras de qué? No consigo imaginar en que manera puede ayudar el incluir esas aberraciones idiomaticas. Para mí que últimamente la RAE ha estado comprando costo al por mayor. Como ya hizo alguna vez antes («tío, tío, ¡pon murciélago! Jajajajaja»).

Y es que después de la «cocreta» de la eterna madre coraje, los uppercuts al léxico se han convertido en requisito indispensable, parece, para los castings de los realities.

Reality Show: no hay una expresión mas engañosa en cuanto a lo que verdaderamente representa.

¿Cómo le digo yo ahora a mi hija que el ejemplo a seguir es el licenciado en ingeniería que nos atiende en el McDonald’s y no la choni barriobajera que se forra en Salvame después de haberse hecho una «manualidad» bajo el edredón a otro en Gran Hermano?

El problema es que esta «genialidad» es cada vez más difícil de encontrar. Al menos, la de pura cepa. Sea por lo que fuere, las chonis parecen estar en peligro de extinción. Conscientes de este horrible hecho, varias plataformas y superficies han empezado campañas para proteger a esta especie. El pull&bear ver por ejemplo.

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De repente, lo inculto y soez vende, y es el pasaje para salir del asiento de atrás del Seat León del Jonathan y saltar a la fama. Como quien estudia ingeniería para que lo cojan en la Fórmula 1, Hay que buscar esa capacidad chonil donde sea. Y es entonces cuando vemos aberraciones como las «estudiantes unicersitarias» (o eso dicen ellas) de gran hermano. En concreto me encanta una rubia que yo pensaba teñida, pero al escuchar su hazañas en un par de preguntas de cultura general, me lo estoy replanteando. No puedo asistir a estos eventos de la humanidad sin pensar: ¿es esto real? ¿Hay gente así o es un papel?

En fin, creo que se me está acabando el pase de pellote, así que mejor dejar de escribir ya. No sea que me vaya a quedar tonto con tanta tontería y me recluten para Mujeres y Hombres Y Viceversa. (me encanta este título, su desprecio por las comas)

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¡VACACIONES! YUJUUUU

Estoy bastante seguro de que el nivel de vuestro aprecio por mí ha bajado sustancialmente conforme visionabais ese «yuju».  Apuesto a que, visto lo visto hasta ahora, esperáis que os detalle con saña unos planes vacacionales idílicos consistentes en una vida feliz y cara de una semana de duración.

Deberíais avergonzaros de pensar así de mí. ¿Cuándo os he fallado yo? A estas alturas no vale de nada intentar negar mis pretensiones de mataros a todos. Pero nunca he dicho que fuera a torturaros antes.

«¿Te vas de vacaciones? ¿Cuántos días te quedan hasta que empiecen? ¿A dónde vas? ¿durante cuánto tiempo?»

¿Alguien ha escuchado o planteado esta pregunta alguna vez en su vida (las madres no valen)? A que no… Pues entonces ¿Por qué la gente no para de dar ese tipo de datos en lugar de dar otros más interesantes como el pin de su tarjeta?

«—¿Qué tenemos?
—Varón, raza blanca. Pasó la mañana dando detalles sobre sus planes para sus vacaciones. Presenta claros signos de violencia extrema.
—Merecida
—Totalmente»

Yo he puesto en funcionamiento varias medidas para lidiar con el tema de los que se dedican a compartir sus planes vacacionales. Entre otras estratagemas he hecho circular por la oficina el rumor de que pertenezco a una banda de ladrones albano-kosovares. Así la gente se cuida muy mucho de hacerme saber que va a viajar.

Por cierto, pequeño apunte con relación a los que desgastan la frase «ambos inclusive»: siguen siendo cuatro días de mierda.

Yo, por mi parte, para decidir a dónde voy en verano lanzo un dardo a un mapamundi que tengo en la pared. Y allí paso todas las vacaciones, lanzando dardos a la pared. Porque como en casa no se está en ningún sitio. Y vosotros estáis tan de acuerdo con esto como con la política de cookies.

Permitid que me explique antes de que alguien me corte el cuello con un billete de Ryanair: ¿Cuántas veces habéis tenido un percance con alguien, sea amigo o conocido? Alguna de estas veces habréis usado cierta frase que, sin ser de mi invención, la he adoptado como mía por lo mucho que me ayuda a afrontar estos quebrantos con amigos, compañeros de trabajo, la policía etc… Dicha frase reza de la siguiente manera:

«con lo agusto que estoy en mi casa… «

Amigos y amigas, esa frase vale para todo tipo de discusión.

«¿Que no vuelva a llegar tarde? Venga hombre, con lo a gusto que estoy en mi casa.»

«Pues si te ofende lo que digo me voy. Con lo a gusto que estoy en mi casa…»

«¿Aviso de desahucio? Si hombre, con lo a gusto que estoy en mi casa»

¡Y es verdad! Por muy bien que te lo montes en tus viajes de ocio, como en casa en ningún sitio. Lo que pasa es que haces lo imposible, ahorrando o hipotecando hasta al perro, para pagar cualquier cosa que te saque de tu vecindario porque sabes que lo peor no es no irte de vacaciones,  sino tener que regar las plantas, recoger el correo y cuidar de la mascota de los que sí se van.

Llamadme mal vecino si queréis. Pero yo nunca hago ese favor. Ya en su momento postulé sobre el hecho de que la conversación ascensoril sobre meteorología debía ser el único nexo de interacción vecinal. Argumentando con pruebas fehacientes que superar esa línea tan solo conllevaría la muerte contratiempos.

Digan lo que digan los pelos del culo abrigan en casa se está muy bien. Además siempre hay cerca algún vecino con piscina que poco a poco se va haciendo amigo mío (aunque él no lo sepa).

Y es que ¿a dónde vamos a ir? ¿A un hotel? Altamente (no) recomendado. El último hotel en el que estuve era un hotel tan cutre y triste, que en vez de recepcionista tenía decepcionista. Las cucarachas eran gigantes. Un día, una enorme se me acercó a la hamaca y con un extraño acento me dijo. «Vamos a hacer Aquagym. ¿Se apunta?»

Presa del pánico, salí despavorido llamando al personal del hotel en busca de ayuda, pero el de las hamacas me tranquilizó aclarándome que la cucaracha en cuestión era un animador senegalés muy simpático que llevaba en la nómina del hotel varios años.

El Todo Incluido es lo que tiene: empieza uno a tomar cerveza desde bien temprano y luego el alcohol le juega malas pasadas. Cuál no sería mi nivel del mismo en sangre que no me calmé hasta conseguir que el conserje  rociase al senegalés con insecticida, por si las moscas. Al ver al muchacho tosiendo en el suelo hecho un ovillo me quedé más tranquilo: A las cucarachas de verdad los insecticidas no les afectan.

EL SÍNDROME POSTVACACIONAL Y TÚ PUTA MADRE

«—¿Qué tal las vacaciones?
—Cortas.
—Jajajaja, qué original eres.
—Y tú qué gorda.»

A todos nos toca volver a la rutina, ya sea de un viaje a Tailandia o de lanzar dardos en la pared de nuestra habitación. Y la rutina trae este mal cada vez más reconocido entre los expertos.

Pocas cosas a parte de la paciencia son verdaderos paliativos de este problema. Pero curiosamente y por el contrario, hay muchos posibles agravantes. Como por ejemplo insistir en revelar, paso por paso, todos y cada uno de los detalles de tu viaje.

«—Muy buenas las 508 fotos de tu viaje. ¿No tienes más?»

Ante este tipo de personas tan elocuentes, recordad: No hay ningún contratiempo en la vida que no arreglen ocho puñaladas en el tórax.

El que suscribe desconoce totalmente la relación entre el síndrome citado y el Karma, pero sabed que la intensidad del mismo es directamente proporcional al coñazo que deis con vuestras hazañas estivales.

A modo de despedida, voy a irme. Y no porque yo quiera sino porque lo digo yo. ¡Feliz síndrome postvacacional a todos!

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UNA PRESENCIA EN MI HABITACIÓN

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Llegó el verano. Algo que habréis podido comprobar porque sales a la calle a fumar y el cigarro se te enciende sólo, y por las diecinueve veces que lo he anunciado en otras entradas. Soy plenamente consciente de que estoy un poco pesado con el asunto, pero es que esta época del año nos trae un amplio abanico de temas que abordar.

Y uno muy importante es aquel que glosa sobre esas nuevas amistades que aparecen con el calor. Y me refiero a algo más que surferos buenorros y chicas en bikini con las que ya estoy harto de tratar. En serio,  me agobian, todo el día detrás mía para que les unte aceite a esas partes del cuerpo a las que no se llegan y son tan delicadas. Todo el día «masajéame Eze, que nadie me masajea como tú». Creen que van a convencerme con halagos. Estos surferos…

¿Ya habéis terminado de tocaros? ¿seguimos? Gracias. Como decía, hay ciertas amistades nocturnas con las que tenemos que lidiar. Reconozcámoslo: hay noches en las que, más que acostarte, te rindes. Y te da exactamente igual lo que te pase con tal de cerrar los ojos y soñar. Pero ahí es donde entran estas amistades.

Estoy hablando de los vampiros mosquitos, esas oscuras clavelinas que aprovechan el verano, cuando los pijamas hibernan, para ir de esquina en esquina atacando a diestro y siniestro (según en que lado de la cama duermas) nuestra nívea e indefensa dermis.

Quería hablaros de este tema porque me da la gana siento la necesidad de compartir con vosotros mi dolor, o más bien mi picor: Lo que me picó anoche podría rescatar perfectamente a Gandalf de cualquier torre. Por cierto, siempre me quedó ese resquemor con Gandalf…

«—¡Gandalf, vienen los orcos!  ¡Llama a las Águilas!
—Nah… Ya si eso las llamo más tarde, cuando haya muerto la mitad de la gente.»

No exagero al asegurar que el que suscribe se ha visto obligado a lidiar con bichos grandes, pero grandes grandes. Y no me refiero a cuando estás en la discoteca y las copas unidas al implacable avance del amanecer te obligan a bajar el listón de forma considerable.

“—Disculpe, ¿dónde está la salida de esta discoteca?
—Allí, la rubia de la minifalda.
—Me refiero a la de emergencia.
—Ah, no te había entendido. Esa gorda de gafas.»

Me refiero a esos pterodáctilos de desconocida procedencia que aparecen como por arte de magia en la habitación. En serio, para que una bestia de semejantes dimensiones haya entrado en mi casa debería aparecer con el marco de mi ventana colgando de su cuello. Sin embargo han allanado mi morada al amparo del sigilo.

No quisiera parecer exagerado, pero una vez maté uno tan grande que el SEPRONA (Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil) se presentó en mi casa para pedirme la licencia de caza mayor. Yo intenté salirme por la tangente alegando que tal cacería no había tenido lugar, pero mi novia, con tal de llevarme la contraria, les enseño una foto que me sacó mientras lidiaba con el problema:

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Aún aportando este documento gráfico, cabe la posibilidad, por escasa que sea, de que alguno de vosotros esté leyendo esto y piense «qué exagerado». Quizás sea de esas personas a las que nuestros amigos voladores no pican. Todavía no se por qué ocurre este fenómeno. Por qué pican más a unas personas que a otras: mi novia se despierta como si nada y yo en cambio me despierto y los mosquitos me han dejado en la mesa de noche un zumo, un sándwich y una tarjeta de donante sellada.

Y es que al final los mosquitos no son tan mala gente. En mi habitación hay uno que me visita todas las noches. Tenemos tanta confianza que hasta nos hacemos selfies juntos y los colgamos en nuestras respectivas cuentas de Instagram. Pues sí, ¿qué pasa? ¿Qué no puedo tener un amigo imaginario al que acabe matando? Vosotros también lo haceis. Se llama Cristianismo.

A colación del tema de publicar fotos en el Instagram, si queréis ver dichas fotos debéis visitar el perfil del mosquito, pues yo he decidido convertir mi cuenta de Instagram en privada porque hay una gripe muy mala corriendo por ahí.

ESE DICHOSO ZUMBIDO

Este tema es posiblemente el que más me enerva de estas visitas inesperadas. Puede parecer un ruido involuntario como el que hace el motor de un coche o tus pasos al caminar. Pero yo no albergo la menor duda de que detrás de esa sonata insoportable hay mucha maldad, alevosía y orgullo.

Los susodichos son perfectamente capaces de picarte en la punta de la nariz. Y tú, aunque sepas que están por los alrededores, te percatarás del ataque cuando empiece el picor y no antes. Cuando el daño esté hecho y con un poco de suerte no nos haya pillado dormidos. Porque es entonces cuando nos rascamos sin cuartel y convertimos una picadura en una herida abierta y abrasiva.

Así son ellos. Auténticos ninjas alados. Pero no, antes de picarte se dan una ruta turística consistente en dar una vuelta o mil al rededor de tus oídos. Resultado: te pasas la noche escuchando más zumbidos que en una conversación de Messenger entre dos quinceañeros. Lo que me lleva a:

ARMAS CAZAVAMPIROS

Es esto último que postulo lo que me lleva a añadir que, posiblemente, esos aparatos eléctricos que emiten un zumbido que ahuyenta a los subversivos no los ahuyentan per sé. Sino que su zumbido se ve eclipsado por el del invento. Cosa que daña su amor propio sobremanera, siendo entonces obligados por su honor y su orguyo a irse con la música a otra parte, en busca de oídos más agradecidos.

La de inventos que han salido para librarnos de los mosquitos. Yo cuando estoy en la terraza por las noches, asistiendo a la matanza de bichos en mi lámpara con rejilla eléctrificada habilitada a tal efecto, me imagino a los pobres insectos acercándose a su final dicendo «conmigo será distinta, a mi me quiere».

Otra cosa que nunca entenderé es lo inteligentes que son: están toda la noche zumbandote en la oreja y picándote. Entonces vas tú y das la luz (como si pensaras en serio que los vas a ver) y ¿Qué hacen ellos? Se están quietos como un Runner cuando empieza a llover. Curiosamente, al quedarse quietos, son imposibles de ver. Uno empieza a dar vueltas por la habitación mirando al techo y sintiéndose como un maldito T Rex.

La batida arroja resultado negativo. Pero ya estas despierto, así que toca the next level, el arma secreta, el def con 4:

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Cuando optamos por esta medida extrema tenemos que tener presente que hemos de dormir en la misma habitación que estamos fumigando y, más importante todavía, que hemos de despertar a la mañana siguiente. El efecto nocivo de abusar de los químicos es conocido por todos:

«-Jack, narcóticos. ¿Qué tenemos?

-Los traficantes han escapado y no sabemos qué ha sido de la droga, señor dragón.»

Yo por mi parte soy muy parco en el uso de estos aerosoles. Creo que es mucho más efectivo usarlo con mesura, y una vez alcanzado el objetivo, abrir la ventana y dejarlo libre gritando:

¡Y cuéntale a los demás como las gastamos aquí!

Así pues, si esta noche oís un zumbido, experimentais picores. Podría deberse que no os habéis duchado nuestros amigos de la nocturnidad y alevosía han honrado nuestra casa con su presencia.

«Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero o entras o sales, que se escapa el gato hostia»

Sin más me despido de vosotros amigos y amigas. Y, como dicen los mosquitos: «Ya sabéis niños, ninguna sístole sin su diástole. ¡No vayamos a tener un disgusto!»

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¡QUE LLEGAN VISITAS! RUN FOR YOUR LIFES!

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«Ordena tu habitación, vienen visitas»

Cómo odiaba esa frase de mi madre. ¿Por qué las madres enseñan toda la casa a las visitas cuando vienen por primera vez? Que se piense de mí lo que se quiera, pero para mí la única razón de enseñar a una visita algo más que el salón y el cuarto de baño es que esa visita pretenda comprarme la casa.

Sin embargo mi madre le enseña hasta la plaza de garaje. ¿Y todo para qué, si al final siempre van a acabar en el mismo sitio: la cocina? Mi madre organiza las reuniones siempre de la misma manera. Ruta turística por la casa y luego a la cocina a tomar café. El problema es que después del café no pasan al salón, siguen ahí. En la cocina criticando hablando.

Me encantaría saber qué pasa por la cabeza de mi madre para hacer esto. Al igual que me gustaría saber qué pasa por la cabeza de una persona cuando decide subirse el cuello del polo. En serio me gustaría esta ahí dentro.

¿Os consideráis gente extrovertida? ¿Gente que gusta de interactuar con más gente para así poner a parir a otra gente con la que se va a reunir otro día y criticar a la primera gente?

Bien. Si esto te parece un lío agotador. Vuelve a leerlo. Si te lo sigue pareciendo, eres de los míos. No es que me considere una persona asocial ni mucho menos. A mí mi madre me educó muy bien a la hora de saludar. Tanto que si voy con un amigo y me encuentro con otro que el primero no conoce, me apresuro a presentarlos formalmente tal y como hacía ella («David, este es Carlos. Dale un beso a este señor»).

Lo dicho. Me considero una persona educada y cordial. Ahora bien: ¿indica este rasgo que tengo que recibir visitas en mi casa? La respuesta es si no. Este gusto por meter gente en casa debe de saltarse una generación. Pues mi madre y yo somos las dos caras de la misma moneda. A ella le gusta tanto que cuando vienen testigos de Jehobá les invita a sentarse -¡A sentarse! Esta mujer está loca- y con tal de tener a alguien en casa es capaz de tragarse todas sus tonterias

«—Buenos días, queremos ayudarla a encontrar a Jesús
—Gracias, pero ya se está encargando la policía»

Cuando una persona comete la inmoralidad de organizar una velada social en su casa y la locura de llenarla de gente, se arriesga innecesariamente a que le invadan varios tipos de invitados… peculiares. Veamos unos ejemplos:

EL INVITADO TARDÍO (novia)
Mayormente, tus invitados se presentarán dentro de un margen de entre quince y veinte minutos antes o después de la franja horaria acordada. Pero siempre hay un individuo que llega tarde. El resto de la gente se ve obligada a esperar a que el señorito o señorita haga acto de presencia, lo cual amenaza con afectar a la velada. Y es por esto que pasado el tiempo prudencial llamas al susodicho.

Curiosamente el papel de tardío suele estar adjudicado casi siempre a las mismas personas, por lo cual ya tienen preparadas un par de excusas y tretas para cuando se les pregunte. Veamos un par de ejemplos y unas pequeñas aclaraciones a fin de ayudarnos a estimar mejor el tiempo que van tardar.

«Pregunta tipo:
—Ya estamos todos aquí ¿dónde estás?

Típicas respuestas:
—Estoy saliendo (de la ducha)  —Ya estoy llegando (al coche)  —En 5 minutos llego (en 50 minutos llego)
—Estoy buscando aparcamiento (no recuerdo donde he aparcado mi coche)
—Dijiste a las ocho (y para mi, a las ocho es cuando salgo de mi casa)»

EL INVITADO PREMATURO (triste vitta)
Si un invitado tardío puede mermar la calidad de la velada, un invitado que se presenta dos horas antes, y generalmente sin avisar, puede hacerla muy difícil.

¿Tan vacía es tu vida que puedes permitirte aparecer un par de horas antes en los sitios? ¿Es que no tienes tele?

El anfitrión está ocupado en los preparativos para que todo detalle de la reunión salga como tiene que salir (preparar comidas, limpiar la casa, esconder a la abuela…) pero siempre está el típico que, como no tiene otra cosa que hacer, aparece en la casa un par de horas antes por si hay algo en lo que pueda «ayudar». Esta sería una razón muy respetable si no fuera porque lo que él entiende por ayudar es sentarse en el salón y empezar a beber mientras uno, que está de un lado para otro a contra reloj, tiene que dejar abandonar dichos preparativos para atender sus peticiones y darle conversación.

EL INVITADO EXPLORADOR (confianzudis parasitus)

A este individuo le encanta ir por casas ajenas explorando todos sus recovecos, incluidos los que hay tras puertas cerradas. Cuando llega el momento de usar el cuarto de baño, cuchichea sin compasión por todos los cajones y armarios.

Su razón, aunque lo parezca, dista mucho de la intención de robar. Esto se aprecia enseguida porque cada vez que encuentra algo interesante en su cruzada, se entera toda la casa.

«—¡Vaya, Puri! ¡No sabía que tuvieses problemas con la electricidad! Mirad el pedazo de cirio que he encontrado en su mesa de noche. ¡Y vibra!»

EL INVITADO INESPERADO
(autoinvitatis bytheface)

No existe reunión sin ese «amigo» que se ha enterado por otro de que ibas a dar una fiesta. Y como es tan amigo tuyo, no se molesta en pensar que quizás no lo has invitado por algo. En lugar de ese pensamiento tan cenizo, se decanta por un feliz «mira que eres despistado» y se autoinvita.

Cuando la reunión consiste en un poco de picoteo y unas copas no hay problema. Pero cuando pretendes hacer una cena en condiciones, por ejemplo, te parte los planes en dos. Te ves obligado a empujar la típica silla de ruedas de escritorio por toda la casa hacia una esquina de la mesa, consolándote con que al menos nuestro amigo va a tener que lidiar con la pata de ésta durante todo el banquete.

Por si fuera poco, has de complementar la ostentosa cubertería que llevabas esperando a sacar (y presumir de ella) desde que te tu suegra te la regaló el día de tu boda. Lo único bueno que tu suegra te ha dado aparte de tu mu… lo único bueno que tu suegra te a ha dado, se ve ahora mancillado por una cucharilla de Iberia que robaste en la luna de miel y otros tantos cubiertos que andaban por ahí.

EL INVITADO QUE SE VA PERO NO SE VA (pelmazus postvelatio)

El amigo o amiga en cuestión, durante toda la velada ha permanecido poco menos que mudo. Pero ahora que es el último en marcharse. Se planta delante de la puerta abierta de tu casa y descubre un tema de conversación que le hace permanecer en el umbral durante mucho más tiempo del que dura una despedida.

El tiempo va pasando, tu te empiezas a enfriar con el aire de la calle y el amigo no parece apercibirse de ello. Ya os habéis estrechado la mano unas cuatro veces, o dado ocho besos. Pero para el o ella aún queda bastante tema de conversación. No hay nada que hacer contra esta gente. Yo he llegado a pedirles el abrigo y ponermelo yo ante la incipiente relentada de la madrugada.

EL SIBARITA (pedantis insufribrilis)

Lo peor de tu cuñado esta versión de invitado es que hagas lo que hagas nada está del todo a su gusto. Pone caras así como regulares ante la temperatura del vino, el volumen de la música, la regulación de la luz,  etc. Ya he hablado sobre esta variante en otras entradas así no pienso dedicarle ni una letra más a estos Infelices señores.

Así que ya sabéis. Haced como yo: la mejor repuesta ante una propuesta de reunión es un hachazo en la cara.

Aquí concluye otro pequeño bestiario sobre la fauna social. Si alguno de vosotros tiene otra idea para un espécimen a tratar en futuros bestiarios, os ruego no dejéis de meterosla por… compartirlas. De esta manera haremos más ricos los bestiarios. Quién sabe. Quizás estemos salvando vidas, reputaciones y/o actividades sexuales de mucha gente.

Off topic
La verdad es que he tardado bastante en subir esta entrada. El trabajo y los estudios me tienen bastante liado. Pero sabed que tengo varias escritas a falta sólo de unos retoques de última hora y pretendo retomar mi racha de una subida a la semana en cuanto sea posible. Un saludo y recordad. Aunque la mona se vista de seda, sigue siendo zoofilia.
   

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PSICOLOGIA PAREJIL

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¿Nunca os ha pasado que estáis en la cama y os despertais desorientados sin saber por qué lado está la pared? Pues escribo esto desde el suelo.

Está bien, está bien. No se ha tratado de una falta de orientación por mi parte. La razón por la que me han echado de la cama y he tenido que instalarme en el sofá es que hablar con mi pareja es como las piedras flotantes de Humor Amarillo: das un paso en falso y acabas hasta el cuello. Pero es que mi pareja es muy complicada…

«—Te lo tomas todo al pie de la letra.
—¡Las letras no tienen pies!»

La vida es un continuo cambio. El día a día es vertiginoso, oscilante, hoy estás aquí y mañana no sabes. La tecnología avanza de forma exponencial,  cada vez más rápido. El tiempo meteorológico parece haberse vuelto loco. Ya hace tiempo que el frío tenía que haberse retirado y por contra, este verano será al menos un grado y medio más caluroso de lo habitual. Todo cambia, amigos.

Pero  hay algo que no cambia. Algo de lo que podemos estar seguros al cien por cien, un madero al que sujetarnos en esta marejada de permutaciones, y ese algo es el hecho inmutable y eterno de que nunca entenderás a tu pareja.

Y eso que la cosa empezó bien: chico conoce a chica, chica lo manda a paseo al principio… y eso que en mi caso yo le entré de una manera caballerosa y cordial. Destacando su belleza y regalándole un hermoso cumplido.

«—Me encanta el piercing que tienes en el labio. Me recuerdas aún mero que pesqué una vez.
—Ya. Qué gracioso… ¿A qué te dedicas?
—Soy músico, como puedes ver. ¿Y tú?
—Modelo.
—Pues no eres muy guapa.
—Y eso es un puto ukelele.
—Touchez.»

Pero mis alabanzas no alcanzaron el objetivo perseguido. Mi diosa no cayó rendida a mis pies; estaba claro que era una mujer moderna,  muy por encima de las anticuadas costumbres del cortejo que integraban la estructura de mi plan de ataque. Probé entonces con algo más radical. Ya que no podía conquistarla por medio de lisonjas, pensé que quizás le gustaría que fuera más directo.

«—Tú y yo juntos, una chimenea, una alfombra y una botella de vino. ¿Qué te parece?

—poco vino»

Sin embargo eso no hizo más que generar aún más ganas de conquistarla. Porque los hombres somos así. Cuanto menos nos quieren, más queremos. Y cuanto más atención nos prestan, menos nos interesamos. Así somos los hombres.
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Sólo los hombres.
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¿verdad?

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Ah, el amor. Qué sería de las compañías telefónicas sin aquellas eternas e interminables despedidas de los enamorados adolescentes. Yo también las tuve:

“—Cuelga tú.
—No, cuel… (tono)“

Y es que los enamorados son como los borrachos; sólo te caen bien cuando estás como ellos. En fin, el caso es que mi noviazgo fue un idilio digno de la más empalagosa de las películas amorosas, solo hacía falta que uno de los dos fuera un vampiro cabezón para que Hollywood nos hubiera comprado los derechos.

«EDWARD: Percibo los pensamientos de la gente

BELLA: No me extraña con esa pedazo cabeza…

EDWARD:¿Qué?

BELLA: Emm… que quiero ser vampiresa.»

Como decía, todo era amor y cariño. Lo pasábamos tan bien juntos que no lo vimos llegar, y llegó…

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Llegó el día de la boda. Y con ella los problemas. Admito que yo tuve cierta parte de culpa en que la ceremonia no fuese lo bastante maravillosa. No quería conformarme con el tópico de que el día de la boda es en realidad «el día de la novia» y por ello puse todo de mi parte en la organización, la decoración, y el guión.

«—*PERO NADIE PUEDE CON EL PORTADOR DEL ANILLO…*

—En serio, Eze. Que hagas que tu sobrino de cinco años lleve los anillos lo aguanto, pero que hayas hecho al cura decir esa frase poniendo la voz grave mientras nos acercamos al altar no te lo perdono. *¡NO TE LO PERDONO!* »

Pensándolo bien, en vista de cómo fue la ceremonia (y mi vida) a partir de ahí, podía haber elegido otro momento para hacerme el gracioso. ¿Recordáis aquella frase de «que hable ahora o calle para siempre»? Pues mi mujer la entendió al revés. No ha parado de cascar desde que le puse el anillo, y no precisamente cosas bonitas. Y eso que es una frase que no da lugar a malentendidos…

«—Quien tenga algo que decir que hable ahora o calle para siempre.

—Eso ya lo he dicho yo, usted diga «sí, quiero».

—Ah. Perdón.

—…

—¡Decid algo, cabrones!»

Para no aburriros con mi boda, baste con decir que fue memorable. En cualquier caso, tuviera el desenlace que tuviera, no es más que una noche en una vida de sufrimiento pareja. ¿Quién podría estar enfadado con su cónyuge después de tanto tiempo?

Errar es humano, echarlo en cara diecisiete veces al día durante siete meses es humana.

Porque las mujeres no se equivocan. Mi mujer por ejemplo es capaz de distinguir si una chica lleva extensiones en el pelo a 200 metros de distancia, pero los stops y los ceda el paso se le siguen atragantando.

Cuidado, a ver si no se va a entender esto como yo quiero. Mi pareja no es ningún ogro, es una magnífica persona y yo,  a día de hoy, no se qué  hazaña habré hecho en esta vida o en la otra para que me haya elegido.

Porque amigos, no nos confundamos. Las mujeres son las que nos eligen. Y eligen con confianza y seguridad. No como cuando eligen qué ropa ponerse.

«—Cariño, ¿juego con un 4-4-2 o un 4-3-3 con el Madrid en el FIFA?
—Yo de eso no entiendo, Eze.
—Ni yo de qué falda combina con esa blusa, pero bien que me lo preguntas.»
—Vaya humos tienes hoy… ¿Has visto mis hormonas para lo del embarazo? Estaban junto a tus vitaminas para el running.
— Tú sabrás
— ¿Qué te pasa?
— ¡Nada!
— Eze… ¿Te has tomado mis pastillas?
— Preguntale a tu amiguita
—¡Eze!
—¿Me quieres?»

La verdad es que, rompiendo una lanza a favor de mi novia (yo rompo lanzas a su favor, ella me las parte en la cabeza) nosotros los hombres somos complicados. Bueno, no somos complicados, a decir verdad somos bastante simples. Nosotros no os entendemos a vosotras, y ello frustra a ambos. Vosotras, igual que sabéis perfectamente si la noche para la que os preparaid acabará en sexo o no antes de salir por la puerta, a nosotros nos entendéis perfectamente desde el principio, el problema es que no os gusta lo que entendéis.

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EL RECURRIDO Y GASTADO «QUÉ».

Cuando un hombre, en medio de una conversación importante con su pareja, pregunta en un momento dado «¿Qué?» a vosotras os puede parecer que lo dice porque no ha entendido lo último que le habéis dicho. Cuando en realidad os ha entendido perfectamente. Sólo pretende disponer de un pequeño lapso de tiempo para pensar una excusa mientras estáis repitiendo la pregunta.

La mujer también usa mucho este recurso. Pero su finalidad es bien distinta: cuando dice «¿Qué?» también ha entendido a la primera, pero esta dando, en su infinita magnanimidad, otra oportunidad a su pareja para que recomponga la frase y pueda salir del remolino de lava al que se dirige si sigue por ese camino.

«—Eze… No hay nada en la tele esta noche, ¿te parece que…  juguemos un poquito? Jijiji
—Claro nena…  Jijiji
*Beep*
—¿Acabas de encender la Playstation?
—… ¿Qué?»

Chicas, somos simples. Si os preguntamos si os pasa algo y nos decís que no. ¡Eso es exactamente lo que vamos a entender! No damos para más.

Y a vosotros, chicos: las flores mueren en dos días, los chocolates engordan y los peluches son aburridos. No seáis idiotas, regalad zapatos.

No es seguro, pero es posible que así os libreis del temido tenemos que hablar. Esa temible frase a la altura del ven aquí a ver qué hiciste aquí de tu madre es la última frase que querrías escuchar de tu pareja.

Curiosamente suele ser la penúltima que escuchas.

«—Tenemos que hablar.
—¿Y eso?
—Bueno, en realidad tú no hace falta que hables»

Así que ya sabéis amigos y amigas. Mantener una pareja es de ardua tarea de colaboración (ellos) comprensión (ellas)  y negociación (nadie). No quisiera despedirme sin dejar claro que mi amada pareja no es mala, yo soy el malo, un gandul, un egoísta y un desordenado. Y ella en cambio es muy buena conmigo y me comprende a pesar de todas las trastadas que hago. No la merezco pero ella es tan buena que algún día me cambiará y me hará ser todo un caballero, sensible a sus necesidades y anhelos. Porque todos los hombres somos unos cerdos.

Firmado:
Cristina

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MI BARRIO

De un tiempo a esta parte he pensado que quizás deberíais saber un poco más a cerca de mí. Al fin y al cabo, no estaría bien que os matara un desconocido. Y puesto que algún día cumpliré mi sueño de acabar con todo el mundo. Qué menos que dejar que sepáis algo del elemento de vuestra destrucción.

Vivo en un barrio lejano. Tan lejano que cada vez que vemos un taxi por el barrio nos invaden sentimientos encontrados, divididos entre la tristeza por el dinero que va a tener que gastar el pasajero y la sana y desinteresada alegría de saber que ese taxista puede irse a su casa por hoy, pues con semejante carrera ha cubierto con creces las ganancias del día.

Mi barrio es tan insignificante que a mi casa ya no llegan ni los Testigos de Jehová. Aunque puede que nuestra última conversación por telefonillo tenga algo que ver.

“—¿Si?

—¿Quiere conocer la palabra de Dios?

—Que se ponga él.

—…

Creo que los he descolocado“

En su defensa debo decir que no soy muy agradable al aparato. ¿Qué le voy a hacer? No me gusta que me molesten, por muy importante que sea el motivo.

«—Sí dígame?

—Houston we have a problem…

—¿Diga?¿Quién es?

—Houston, this is Apollo and…

—A ver, ¡¿Tú por quién preguntas!? No sereis de Jazztel, ¿no, cabrones?»

Mis vecinos no son mala gente. Pero al vivir tan lejos de la civilización se pierde esa «clase», ese saber estar… Vamos, que es imposible salir peinado a la calle sin que algún vecino te diga «¿a’ónde vas, Marqués?

Vivo en un segundo sin ascensor. Lo malo de vivir en un edificio sin ascensor es que se me hace difícil saber que tal es el tiempo que estamos teniendo. Y es que las charlas triviales de ascensor deberían ser el único contacto que tuviésemos con nuestros vecinos. Como si fueran la máxima ración diaria de cordialidad e interacción recomendada que relataba Edward Norton en El Club de la Lucha.

«—Disculpa vecino, en este ascensor huele fatal. ¿te has tirado un pedo?

—Has sido tú

—¿Yo? De eso nada

—¡¿Para qué preguntas pues?!»

Señores, reconozcámoslo. Tener vecinos esta muy sobrevalorado.

«No te acerques a él, es un ermitaño»

¿Qué podemos entender de esa frase? Bajo mi punto de vista hay dos opciones. La más típica, la que cualquiera en su sano juicio entendería:

No te acerques a él; al vivir sólo en el bosque, a penas tiene educación y puede resultar m desagradable o incluso peligroso.

Y la que mi experiencia con los vecinos me haría entender a mí:

No te acerques a él; al vivir lejos de ningún vecino esta muy poco acostumbrado a que vengan idiotas a molestarle y podría sufrir algún tipo de ataque o crisis nerviosa.

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La ley no escrita del Vecino’joputa (patente en trámite) es muy expeditiva, simple y fácil de entender:

No existe comunidad alguna en dónde no residan malos vecinos.

«—Torres más altas han caído.

—Se acabó, vecino. No vuelvo a jugar contigo al ajedrez en la azotea.

—Caballos más altos han c…

—¡QUE NO TIRES MÁS PIEZAS!»

Naturalmente, siempre hay gente que lo niega. Estos Ned Flanders del 2° B presumen de no tener un sólo mal vecino. Pues bien, amigo mío, si ese es tu caso me temo que te tengo malas noticias, TÚ eres el mal vecino. Lo que pasa es que el resto de la gente te tiene miedo, no quieren problemas contigo porque eres de esos que son capaces de despertar a su mascota sólo porque se aburren, y te prefieren feliz y tranquilo a enfadado y peligroso.

Por suerte, los malos vecinos son minoría. El resto somos muy nobles. Por ejemplo el que pone los apodos a todo el mundo en mi barrio se llama Jose Luis. Y nosotros ¿cómo le llamamos? Pues Jose Luis. Así de nobles somos. Somos tan nobles que cuando la policía hace una redada en el barrio y pone a todos los Latín Kings contra la pared, nosotros nos dedicamos a subirles los pantalones.

De todas maneras, a los que no son nobles se les ayuda a serlo. Yo, por ejemplo, si veo que un vecino no recoge las deposiciones de su perro, me apresto a sacar yo mismo una bolsita de plástico, y procedo a asfixiarle sin demora. ¿Qué le voy a hacer? Soy un buen ciudadano. Y eso que no siempre ha sido así. Pues he hecho daño a mucha gente y lo que peor me sabe de todo, es la coliflor.

Aunque buenas personas, algunos de mis vecinos son de lo más peculiares, como un vecino que trabaja en Microsoft. Ya va por el cuarto matrimonio. Las mujeres tienden a dejarle porque no desconecta de su a trabajo como programador de Windows.
«Cariño, espérame para comer que ya estoy llegando, me faltan 30 minutos… 2 horas… 30 segundos… 56 minutos… 2 dias, 25 minutos…  35…»

Aquí hay vecinos de todos los colores. Por ejemplo tengo uno calvo que todos usamos como punto de referencia (al lado del calvo, el que vive debajo del calvo…). También tengo otro que esta tan gordo que más que punto de referencia se ha convertido en punto cardinal.

Luego está, como no, el vecino que no para de pedir favores. Este señor va por la vida con la frase «el no ya lo tengo». Frase que acaba haciendo que no te coja el teléfono ni tu madre. Pero a él le va bien. Y le va bien porque tiene el increíble don de no caer en las indirectas hostiles que le lanzamos el resto de convecinos.

«—¿Me puede decir la contraseña del Wifi de su bar?

—Tómate un café por lo menos, cabrón.

—¿Todo junto o separado con guiones bajos?»

Así son mis vecinos y así es el sitio en donde vivo. Pero vamos, yo soy feliz con poco (tampoco he tenido la oportunidad de probar a serlo con mucho) y mientras cuente con un techo sobre mi cabeza, agua corriente, electricidad y 100 megas de Internet me apaño bastante bien.

En fin, No quisiera despedirme sin desearos  mucha suerte a todos los que estáis de exámenes. En especial a los que estáis leyendo esto en lugar de estudiar. Espero que no seáis de esos que no paran de subrayar el libro con su rotulador amarillo fosforescente y luego tienen que estudiar con gafas de sol.

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LA GENTE MAYOR

«Envejecer es todavía el único medio que se ha encontrado para vivir más tiempo»

          Charles A. Sainte-Beuve

Hoy voy a hablaros de un gran colectivo cada vez más numeroso según los últimos estudios debido a la falta de natalidad y un aumento de la longevidad general: la gente mayor. Al decir esto me siento como Manuel Torre iglesias, presentador del programa Saber Vivir dedicado a la salud y los buenos hábitos para mantenerla. «Mi gente mayor -decía- mi queridísima gente mayor«. Siempre me resulta impactante ver a un señor mayor dirigirse a su propia quinta como si no formase parte de ella.

El gran Pepe Colubi decía que este señor (M. T.) planeaba dominar el mundo. Que estaba adiestrando una raza de superabuelos sanos y fibrosos que sólo comen verdura, que a penas duermen y son capaces de cubrir grandes distancias a pie armados con muñequeras medidoras de tensión. Colubi aseguraba que algún día nos arrepentiríamos de infravalorarlos.

Javier Cansado, gran humorista parte de la pareja cómica Faemino y Cansado, por su parte aseguraba:

«El día en que los viejos entiendan que no tienen nada que perder, dominarán el mundo»

En fin, muy fan de Manuel Torreiglesias. Para nuestros amigos que no conozcan su gran labor, aquí os dejo una foto de nuestro héroe con uno de sus amigos de la infancia.

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Lejos de lo que pueda parecer después de leer algunas de mis entradas en las que toco el tema de la tercera edad como en conducir, yo adoro a la gente mayor, mi queridísima gent… ¿¡Veis¡? ¡es qué no puedes evitarlo! ¡qué grande eres,  Torreiglesias!

Como decía, soy un firme defensor de estas sabias y menospreciadas personas y creo que hay que apoyarlas y ayudarlas. Yo lo hago a menudo, y es porque disfruto mucho ayudando a la gente mayor.

Una de mis prácticas favoritas para con mis mayores es ayudarlos a cruzar. El problema es que hay algunos que todavía no saben que quieren cruzar. Ellos se suelen negar pero yo imagino que es por cosas de la edad que se les va la cabeza y eso.

Se les va tanto que muchas veces justo después de cruzarlos van los muy pillos y vuelven a cruzar. Menos mal que me gustan los retos…

Algunos me miran mal. Pero yo me lo tomo con filosofía. Yo no hago estas cosas por los agradecimientos. Y si, es de bien nacido ser agradecido, pero mi inteligencia está muy por encima de esos nimios rencores ¿qué le vamos hacer si son todos unos malnacidos?

Un aspecto que no sólo no comparto, sino que además no permito que se atribuya a la gente mayor es la falta de cultura. Máxime cuando a muchos de vosotros os quitan el autocorrector y no sois naide.

«¡Como encuentre al carbón que me ha reactivado el fruto autocorrector le corto los cojines!»

Por otro lado, y aún manteniéndome defensor de las virtudes de la tercera, tengo que decir que ya no hay abuelos como los de antes, que a las diez de la mañana ya llevaban tomados dos carajillos, un coñac y dos sol y sombra. Ahora a lo sumo se toman un Danacol: otro de esos yogures de beber diminutos que al parecer tienen cada uno una finalidad distinta relacionada con el colesterol, las defensas, etc. pero que a mi juicio salen todos de la misma cuba, en donde han echado los yogures caducados y los han rebajado con agua para que no se note, brindándoles a estos pobres lácteos otra oportunidad para pasar por nuestros intestinos.

Y es que los abuelos ya no son lo que eran. A mí mi abuelo jamás me dio un caramelo Werther’s Original y estoy seguro de que a él tampoco se los dio su abuelo como decía el del anuncio.

«—Aún recuerdo cuando mi abuelo me daba mis Werther’s Original. Igual que ahora te los doy yo a ti.

—Caballero, le repito que no le conozco, suelte esa caca de perro o al menos aléjela de mi, por favor»

Es más, teniendo en cuenta cómo sacaba mi padre la «mano a pasear» y habida constancia de que su padre lo hacía mucho más, por esa regla de tres lo único que recibiría mi abuelo de su abuelo serían martillazos en la cabeza.

Mi abuelo era un artista también. Siempre me decía «ustede lo chiquillo de ahora na más que valen pa hacer el mal» y se iba. Luego sacaba otra vez la cabeza por el marco de la puerta y repetía «¡EL MAL!» y ya se iba a beber (dato real).

Y es esta predisposición que tenían mi abuelo y su homónimo a arreglarlo todo con el látigo cinturón, la que nos lleva a abordar el siguiente tema: las manías de la gente mayor.

La gente mayor, en adelante GM (pronunciarlo en vuestra mente como yemmmh, muy importante la h al final, que representa al último aliento de vida), tiene una serie de particularidades bastante significativas que nos ayudarán a identificarlos.

Los GM’s tienen, entre otras, la curiosa manía de decir que los jóvenes de hoy en día despilfarran su vida, poniendo esto por una lastima. Y lo hacen desde la barra del bar de la asociación de vecinos donde pasan entre 6 y 8 horas diarias.

Amigo GM (esa h, que no se oye), lo nuestro es una pena, pero más pena es lo vuestro, que os queda menos tiempo. Las a estadísticas van en vuestra contra así que vosotros sabréis…

«—Qué bien te habría venido una mili de las de antes…

—¿Qué has dicho?

—Nada abuelo, nada.»

No es recomendable reírnos de la gente mayor. No sólo por las razones lógicas de respeto y educación. Sino porque todos,  en el mejor de los casos, acabaremos así. Por mucho que a los 40 empieces con el running nada te salvará de llegar a la tercera edad salvo la muerte,  que por otro lado intentas evitar a toda costa haciendo ejercicio; un círculo vicioso.

Yo por mi parte creo que ya me estoy haciendo mayor. He empezado a pensar cosas, como en que me pasaría el día dándoles de bofetones a los chavales hasta ponerles las dichosas gorras derechas. En fin, no se si me hago viejo, pero está claro que soy hijo de mi padre.

Este es un tema delicado para mí. Pero no porque tenga tanto miedo a envejecer que siga llamando «seño» a la profesora de la universidad, sino porque me hago cargo de la ignorancia de la gente respecto a los ancianos, pues se ríen de ellos como si ignorasen que tan sólo son un reflejo de su propio futuro.

Así pues, Cuando vayas a una discoteca con tus veinticinco añazos, no es recomendable preguntar entre risas qué hace ese señor que roza la cincuentena sentado a la barra mirando su ron con Bitter Kas, pues es muy posible que simplemente te esté calentando el puesto.

APRENDIENDO A ACEPTAR EVITAR LO INEVITABLE.

Por último, quiero ayudaros a aceptar el final evitar entrar en la vejez antes de tiempo. No os preocupéis, he estado buscando por internet la friolera diez minutos y he descubierto que la vejez es en cierta manera prorrogable. Hay ciertas pautas de comportamiento que debemos evitar si aún no queremos salir de la segunda edad:

-Decir «aaaaaay» cuando nos levantamos del sofá.

-Decir «es la primera vez que me siento en todo el dia»

Admitir que tengas problemas en la vista, el oído, etc. Siempre has de tener una escusa preparada para esas situaciones:

«—Del uno al diez, ¿cuál es su nivel de sordera?

—Si.»

Dejar de poner las manos delante cuando do te caes de bruces. No se a que edad empieza esto, pero los mayores desarrollan cierta predisposición a aterrizar con la cara.

Decir «la noche es joven»  a las 20:30. Es más, mejor no lo digamos nunca.

Intentar engañar al personal esforzándonos por utilizar léxico de cuando eramos más jóvenes, así que ya sabéis, cuando vayáis a la discoteque, hablad d’abuten. De esas palabras molonas nasty de plasty, ¿okidoki?.

Revelar a alguien lo que había antes de lo que está. Ejemplo: «antes de este centro comercial, todo esto era una plantación de plataneras».

Mirar el tiempo meteorológico: Cuando tenemos 30 años el tiempo es eso que pasa cuando estás fuera -cuando eres vigilante de seguridad el tiempo es eso que pasa de la cámara 1 a la 17-. Pero a partir de cierta edad empezamos a planificar el día siguiente en función del tiempo. «hoy no salimos que va a llover»; «mañana vamos al mercado en vez de al centro, que va a hacer calor.» Estas planificaciones tendrían su sentido si pretendiésemos coronar el Everest o ganar el París-Dakar, pero no para el día a día a menos que seas mayor.

Tardar más de 10 minutos en el cajero.

Conducir como si nuestro coche solo tuviera dos marchas: la lenta y la lentísima.

Bailar con los niños en las bodas.

Todo esto lo he encontrado en 10 minutos. Lo que nos da una idea aproximada del terror general que hay a envejecer. Pero amigos, no deberíamos temer llegar a viejos. La muerte, esa fuerza implacable de la realidad,  todopoderosa, que alcanza a ricos y a pobres, al joven y al valiente. El tribunal final al que todos tenemos que dar cuenta. Tarde o temprano nos alcanzará, tengamos la edad que tengamos.

A mi parecer, envejecer es magnífico. Pues es la única manera de mirar a la cara a esa fuerza omnipotente que es la muerte y decirle «¿a qué coño estabas esperando, HIJA DE PUTA?»

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MASCOTAS Y DUEÑOS: esos seres estúpidos e irracionales, y sus perros.

«Fuera del perro, un libro es probablemente el mejor amigo del hombre, y dentro del perro probablemente está demasiado oscuro para leer.»
                      Groucho Marx

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Perdonad que haya tardado en colgar otra entrada. Mi perra (en la imagen) está deshaciéndose del pelaje invernal y he estado bastante ocupado cepillándola. Lo malo es que he acabado bastante cansado; lo bueno es que he sacado suficientes repuestos como para fabricar al menos tres Huskies enteros.

«A Buzz Lightyear le prestaba yo a mi perra para que la paseara hasta que hiciese sus necesidades. Se iba a enterar de lo que es hasta el infinito y más allá…»

Porque, reconozcámoslo: pocos sentimientos de libertad son tan puros como el que nos embarga cuando sabemos que nuestro perro ha terminando de hacer sus cosas. Ahora ya podemos hacer lo que queramos. Nos sentimos tan libres como si fuésemos nosotros los que nos hemos aliviado.

Los perros son maravillosos. Pero sus dueños lo son aún más. Ayer mismo ayudé a cruzar a un ciego con su perro guía. Fue una experiencia maravillosamente reveladora. Lo malo es que tendremos que esperar a ver la raza que sale de este cruce.

En serio, tener un perro es un compendio de experiencias que no se consiguen con otro animal. Claro que no hay mucho donde elegir; por ejemplo los peces, que aún no tengo claro si cuentan como mascota o como decoración. En el caso de los gatos me queda más claro, pero no mucho más.

Tener un perro te da muchos momentos buenos. A parte de los que tú te esfuerzas en recordar como buenos como dormir con ellos y creerte que duermes bien cuando en realidad te pasas la noche procurando no mover un músculo porque sabes que a la mayor molestia tu mejor amigo se va a pasar al suelo.

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Vaya todo ésto por delante, he estado pensando en un tema: Hay un extenso catálogo de razas perrunas. Y digo yo, ¿por qué no hay uno de razas humanas?

Tranquiiiiilos no me tacheis de facha, corrais detrás de mí en sandalias, y me dispareis florecillas y cartones enrollados sobrantes de filtros de porro. Me refiero a un [insertar redoble de tambor aquí].

BESTIARIO DEFINITIVO DE RAZAS DE DUEÑOS DE PERROS [insertar banda sonora de Star Wars aquí].

DUEÑOS PRIMERIZOS (canidus novatus)
A estos pobres se les ve a la legua. Llevan la correa más tensa que la cuerda de una guitarra ya paseen un Chihuahua o un San Bernardo. Tienen miedo de todo: Miedo de otros perros, miedo de los coches, miedo de lo que su propio perro pueda hacer…

Ver la cara de un dueño primerizo cuando recoge la primera deposición del animal puede ser suficiente para definir perfectamente si es de esas personas que pueden tener mascota o no. Aprovechamos este marco para comentar que recoger la caca de perro es un acto civilizado, recomendable y admirable. Siempre que tengas perro, y siempre que no te la lleves a casa…

Como decía hay gente que NO está preparada para cuidar de una mascota.

«—Buenas. Gasolina sin plomo de 98,por favor
—Es su primer caballo, ¿verdad?
—No crea, ya se me han muerto tres»

DUEÑO PASOTA (amus indiferentis).
La tranquilidad que este dueño es capaz de mostrar mientras su perro de 60 kilogramos corre hacia ti es admirable. Al grito de «¡SI NO HACE NÁ’!» Resta importancia al asunto aunque su perro sea uno de esos ejemplares a los que les lanzas un palo para que vayan a buscarlo y te traen un parachoques.

«—Disculpe, ¿podría atar a su perro?
—¿Por qué, si es muy bueno y no hace na’?
—Entiendo. ¿podría al menos ayudarme a salir de su boca?»

DUEÑOS MATERNALES: (Canis Raritus)

Todos hemos conocido a ese perfil de amo que insiste en poner al animal a la misma altura que cualquier miembro de la familia, y en algunos casos incluso más arriba. Son ese tipo de personas que dicen «Trosky, no comas eso porque no es para perritos y te puede ocasionar una obstrucción intestinal» mientras que a su hijo se limitan a decirle «No, porque lo digo yo».

«—¿Tú  a quién quieres más cielo, a Mamá o a Papá?

—Guau.»

ENTRENADORES FRUSTRADOS (cesarmillanis loscojonis)

A estos Cesar Millan autodidactas que creen saber todo acerca de los perros sólo por haberse tragado de un tirón todas las temporadas de El encantador de perros los identificaremos de forma muy sencilla.

Esgrimiendo un sonoro «¡sssshhhh!», este señor ya tiene la situación controlada. Quizás sea esa la razón que hace tan graciosa su cara cuando, después de haber dado una orden ejemplar a su esclavo -porque así es como tienden a tratar a su perro-, éste por toda respuesta se retira corriendo en busca de un ano que oler.

«—¿Qué haces aquí? ¡Te voy a reventar!
—¡Yo si que te voy a reventar hijo de… ¡Anda! Bonito ano. ¿Puedo olerlo?
—Por supuesto. Por favor, sírvase. »

           (Dos perros conociéndose)
Más divertido aún es comprobar la metamorfosis que sufren las facciones de estos eruditos cuando su expresión salta de la vergüenza al miedo y vuelta conforme su perro va ganando distancia y acercándose a la autopista.

Es entonces cuando su infalible «sssshhhh» pasa a ultrasonidos. Hay informes de gente capaz de decapar la pintura de la chapa de un coche de tanta fuerza que le imprimen a esta llamada de atención.

DUEÑO DE PEGA (subnormalis)
Esta variante no debería existir. De hecho me da tanto asco hablar de esta gentuza que voy a resumirla en la siguiente frase:

«Me voy a gastar setecientos euros en un perro de raza para hacerle tres mil fotos al día y no sacarlo a pasear.»

Es increíble las excusas tan estúpidas que llegan a dar estos fantoches y fantochas a la hora de deshacerse de sus mascotas. Uno me dijo una vez que le vio una pulga, y que es alérgico a las mismas.

Los perros son perros, y a veces tienen pulgas, ¿o creías que el tuyo no porque te había costado 700 euros?

Y es que hay gente que no se detiene a pensar en los contras de tener una mascota y adoptan sin pensar. Esta tendencia es más antigua de lo que creemos:

“—Papi, quiero una mascota.
—Te he dicho que no.
–¡Ay Noé, que extricto eres con el niño!
—¡Ainssss! Está bien. Mete todos los animales que quieras…“

No nos confundamos señores. Esto no es ninguna broma. Hay gente que debería tener que pedir un permiso judicial para tener perro. Bueno…  mejor olvidemos esto último, no vaya a estar un miembro del gobierno leyendo y vea otra forma de sacarnos dinero. Pero qué digo, ¿un político leyendo este Blog? Es más, ¡¿un político leyendo?!

Volviendo al tema, Los perros no son tontos. Quizá no son tan listos como a mi me gustaría, ya que sería curioso tener un perro al que le preocuparan los antioxidantes de sus latas de comida. Pero desde luego no son tan estúpidos como para no darse cuenta de que su amo lo tiene porque la moda es tener un Bulldog Francés.

El Bulldog Francés: un perro que tiene un ataque de asma crónico.  Si Dios existe, estoy seguro de que no quiere a este perro: están amenazando con morirse desde el momento en que nacen.

«el mayor rasgo evolutivo del perro es simular normalidad mientras le recogen la mierda»

                            Pepe Colubi

Lo único que me queda claro sobre los dueños de los perros, a parte de lo dicho, es que son los responsables de un perro sufra o sea feliz,  así como de que este ocasione alegría o sufrimiento.

Antes de cruzaros a la otra acera porque veis acercarse un Pitbull, un Bullterrier o un Stafford, no busquéis peligro en el animal, sino en su dueño.

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UN TAL MURPHY Y LA MADRE QUE LO PARIÓ

Para los que no conozcan las Leyes de Murphy, basta con decir que era un poco pesimista, pues su máxima era «si algo puede salir mal, saldrá mal»

«Si algo puede salir mal, saldrá mal; si algo puede salir mal en el gobierno, saldrá mal por triplicado, sellado y con fotocopia compulsada».

Murphy es como el típico cuñado que te dice por dónde no tenías que haber pasado justo después de pinchar la rueda. Solo que Murphy encima acompaña el comentario con una de sus leyes, y tú te sientes aún más estúpido por que «mira que no conocer mis leyes…».

Una de sus famosas afirmaciones es aquella que glosa sobre la absoluta certeza de que si una tostada se te cae, la cara que toque el suelo será la de la mermelada. Visto con perspectiva esto es una ventaja. Yo soy muy indeciso, y nunca se por qué cara de la tostada untar la mermelada. Gracias a esta frase tan solo tengo que tirar la tostada al suelo para salir de dudas.

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Si la ley de Murphy fuera española, la tostada caería por el lado que dijeran los bancos.

De todas maneras no debemos echar la culpa a Robocop de todas las desgracias de la vida. ¿Qué otras posibles causas hay?

El KARMA

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Se escribe karma, y se pronuncia «Jódete por cabrón». A mi el karma me recuerda a cuando eramos pequeños y nos llovía una hostia. Ante aquel sobresalto (y escozor)  mirábamos a nuestra madre en muda búsqueda de una explicación y ella, por toda respuesta a nuestra pregunta no pronunciada esgrimía un afilado «tú sabes por qué».

Si que lo sabíamos. Y es que amigos: no llaméis karma a las cosas que os pasan por gilipollas.

Descartada la venganza del universo, busquemos otra posible fuente de desventuras.

EL DESTINO

¿Existe un patrón urdido por una entidad superior e incomprensible para nuestra vida y la de todos? Y de existir, ¿Tiene éste la culpa de que las cosas nos salgan mal?

No soy muy ducho en temas esotéricos. De hecho siempre he pensado que al destino hay que darle un empujoncito si quieres que salga como «está escrito». Pero en estos temas cabría plantearse en dónde reside el destino, si es que existe. ¿Se encuentra quizá en el horóscopo? La idea de que mi vida este regida por el mes en el que he nacido me parece ante todo curiosa.

«Querido Tauro, no te preocupes, tu novia no hizo nada malo en aquella fiesta…  Ah, que eres piscis. Lo siento, no te había reconocido con esos cuernos»

Tal día como otro cualquiera me levanté temprano, me lavé la cara, y después de mi intento matutino de hacer el moonwalk, leí el horóscopo de Virgo. En realidad soy Cáncer, pero siempre leo también el de Virgo porque me interesa mucho este signo y porque de pequeño me pegaban más por encima de la espalda que por debajo. Esto es así, o te arriesgas a que tu hijo te denuncie por acoso sexual o te arriesgas a tener un hijo tonto perdío como yo.

En fin, la predicción semanal de este signo rezaba:

«Querido Virgo, conocerás a una persona muy especial. Antes de terminar el día serás asesinado por ella»

Bien, después de leer aquello, lo primero que pensé fue que semejantes palabras se me antojaban demasiado inexactas para suponer el porvenir de todos los Virgo. Pero tal y como dije antes, al destino hay que darle un empujoncito, así que no me lo pensé más y bajé a la calle con un cuchillo a cargarme a todos los Virgo que encontrase.

En serio ahora, a mi cuando una chica me pregunta qué horóscopo soy ya juzgo que no vale la pena seguir conociéndonos.

«—Soy Geminis con ascendente a Escorpio, ¿Y tú?

—Déjate de horóscopos y vamos a jugar al ajedrez

—Vale pero esta vez barajo yo, que no me fío.»

Entonces, si el destino no tiene nada que ver, ¿qué otra cosa nutre la obra de este señor?

LA MALA SUERTE

Esa fuerza devastadora que, aunque muchos que se llaman a sí mismos sensatos reniegan de su existencia, es posiblemente el único pilar estable en dónde este genial cenizo de cenizos se apoyaba para proclamar su lema.
La mala suerte está ahí, y cualquiera que lo niegue o bien miente, o bien se miente a sí mismo, en cualquier caso es un mentiroso: matémosle. 

Pero… ¿qué es la mala suerte?

Mala suerte es que la gente se haga un tatuaje en «un día de borrachera» y a mí, que lo tengo totalmente claro, me hagan esperar un mes.

Mala suerte es sentarte en el inodoro con la puerta del baño abierta y oír como se abre la de la calle acompañada de las voces de amigos de tu pareja.

Mala suerte es decir «me voy que llego tarde», llegar media hora antes, y tener que esperar porque la persona con la que has quedado si que «llega tarde».

Mala suerte es formar parte de la familia de Liam Neeson en Venganza.

Mala suerte es saltar al vacío y pillarlo lleno.

Mala suerte es ir a ver un eclipse y que vaya la luna y se ponga en medio.

Mala suerte es meterte a cura y que te viole un niño.

Mala suerte es estar con la ouija, que te salga un espíritu argentino y acabar con esguince de muñeca.

«—L-U-K-E-Y-O-S-O-Y-T-U P-A-D-R-E

—Con la ouija no es lo mismo, Constantino

—Y-A… »

Eso es mala suerte y lo demás es no haber estudiado. Porque también vemos mala suerte donde no la hay. O si la hay pensamos que no merecemos tal cantidad de la misma ¿Creéis que 7 años de mala suerte son muchos por haber roto un espejo? Probad a romper un preservativo.

Bueno a estas alturas ha quedado claro y diáfano que la mala suerte está ahí,  y que nuestro amigo lleva algo de razón el de Super Detective en Holywood lleva a algo de razón. Una vez aclarado esto, ¿qué podemos hacer contra ella?

Para evitar estos mecanismos fatales de la vida hay una serie de trucos supersticiosos. Ah, la superstición. Qué habría sido de muchos de nosotros sin ella. Cuánto deben los fabricantes de bebidas alcohólicas a la frases «brindar con agua da mala suerte».

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Yo no soy supersticioso. Tan sólo evito vestir de amarillo, cruzarme con gatos negros, pasar por debajo de una escalera, comer sin rezar o empezar a salir con una chica sin sacrificar antes un par de pollos, desnudo a la luz de un par de velas negras, lo típico.

Como decía, no creo en las supersticiones, pero por si acaso, mejor comparte este Blog con 3476286 amigos o tu WhatsApp pasará  a ser de pago. Yo ya lo he hecho y puedo demostrar que funciona. No me han cobrado ni un duro.

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