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CONDUCIR 2 (aparcando)

Esta nueva entrada va dedicada a mi vecino, por su acierto al decidir que un tambor sería mejor regalo de reyes para su hijo que una Nintendo Ds.

Como dije en mi anterior entrada de CONDUCIR, la cuál recomiendo encarecidamente  que os leáis antes de ésta; pues de no hacerlo correis el riesgo de que esto que voy a decir no tenga maldita la gracia, pocas cosas hay que me causen más satisfacción que conducir. Y eso que, cómo también dije,  hay gente que pone todo su empeño en matarme evitar que disfrute.

«Sólo conozco dos tipos de conductores, los que no tienen ni puta idea de conducir y los que son unos hijos de puta conduciendo»

Al abordar este tema uno piensa en autopistas y coches a toda velocidad, pero esta vez pensaba acercarme más a otros aspectos de la conducción de los que no se habla tanto como, por ejemplo, aparcar.

¿Quién no ha pasado más de una hora dando vueltas para estacionar preguntándonos si la siguiente será la definitiva?

Por cierto:

¿Por qué bajamos el volumen de la radio cuando buscamos aparcamiento?

¿Es que pretendemos oír el hueco antes de verlo? En fin, manías. Qué sería de nosotros sin ellas, como la de explorarnos la nariz cuando estamos en los semáforos. Si estos durarán más miedo me da lo que haríamos con el dedo.

Menos mal que el ayuntamiento, fiel cuidador de nuestra educación, ha tenido a bien para combatir esta fea manía el contratar a esos muchachicos vestidos como si acabasen de salir del XUXA Park y muchachicas de sobaca mora (axilis inafeitabilis); que hacen el gilipollas cosas con unos palos a lo largo del paso de peatones. Por cierto, a ver si cambian un poquito el guión, porque yo hasta que no muera uno de un palazo en la cabeza no pienso darles un duro, aviso.

Pero la de aparcar es posiblemente la más desagradable y cargante faceta de conducir, buscar y buscar sitio para nuestro utilitario. No podemos evitar buscar en nuestra memoria una película americana, sólo una, en la que el protagonista no encuentre sitio para aparcar en la misma puerta del sitio a donde va. Vemos como el reloj va avanzando y la desesperación te lleva a preguntarle a un contenedor si va a salir o esta aparcando.

Pero ya hemos encontrado sitio. Ahora tocan las maniobras.

Sabes que un amigo es UN AMIGO cuando es capaz de recorrer el medio metro que has dejado desde su puerta hasta la acera sin emitir comentario alguno.

Momento en el cuál tu no puedes reprimir la famosa frase exculpatoria de «es que este no es mi lado, yo aparco mejor por la izquierda»

Por fín, primer problema del día solventado. Ahora toca llevarse el radiocasete. Ah, no. Que ya no hace falta. Cuánto atractivo, cuánto swag que dirían los del Twitter, hemos perdido con la incapacidad de ir por la calle portando el radiocasete. En aquel bolso bandolera negro en el que cabían, oh si, los papeles del coche.

Por eso cuando veo un chaval con uno de esos bolsos cuadrados golpeando su cadera pienso «mira, ahí va otro gay hipster de esos a los que les gusta lo vintage». Una pena que le moleste tanto ese bolsito cuando juega con los palos en el semáforo.

No quisiera despedirme sin rogaros un minuto de silencio por aquel visionario que decidió poner toda la carne en el asador y montar una empresa de bolsos porta casetes. Seguro que el pobre ya ha vendido todo lo que tenía en su casa para poder comer, a excepción de su betamax, su laserdisc y su bandera pro franquista.

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SEGURIDAD SOCIAL PARA LOS COCHES YA

Hoy he protagonizado una epopeya de lo más interesante:  He llevado el coche a la revisión preITV.

¿No os parece interesante? Pues los del taller estaban la mar de interesados…

No veo de recibo aprovechar este nexo que nos une para despotricar en contra de la inspecciones de vehículos que el estado, celoso cuidador de nuestra seguridad, ha tenido los cojones de a bien poner en el camino del conductor. No obstante, si que veo de recibo (y más después de haber visto el «recibo» del taller) ahondar un poco en esas maravillosas personas que son los mecánicos.

El gremio de mecánicos, según  dicen, no es en absoluto un gremio bien pagado. Claro que también dicen lo mismo del de veterinario y… Bueno.  Dejémoslo en que los médicos de los animalicos tendrán su merecido en otra entrada.

Yo no digo que los mecánicos sean malas personas, al menos no de nacimiento. Seguramente algunos tuvieron infancia, con padres que les querían y brillantes regalos de Navidad.

Pero el hecho de que entres al taller a preguntar una dirección, y cuando te des la vuelta encuentres  tu coche suspendido a dos metros de altura mientras un señor de manos callosas y ataviado con un mono azul/camuflaje urbano le falta al respeto por debajo mientras mira con ademán de reprobación y te dice «no se si voy a tener esto para hoy», quieras o no le hace flaco favor a su reputación.

Dios me libre de pretender atacar a los mecánicos y a otros trabajadores de pareja alcurnia. No obstante, mas pero aunque sin embargo, me veo en la obligación moral de hacer algo. Y no veo mejor solución que la de pedir, digo más, exigir un seguro que cubra de una vez las necesidades médicas de nuestros vehículos.

Se acabó esperar a cobrar para que atiendan al miembro más importante de la familia. Se acabó el echarnos las manos a la cabeza ante los despiadados números con los que nos atacan los mecánicos. Y se acabó el tener que llevarlos a talleres de dudosa moral y profesionalidad.

«-¿Qué le pasa al coche?

-Tiene estopiñado el coryonador izquierdo.

-¿Seguro que es usted mecánico?

-¡Claro que sí! Mire los almanaques de la pared.

-ah, menos mal. Usted perdone,  es que hay cada uno por ahí… »

Se acabó el que nos reciban de malas maneras.

«-Usted cree que tendrá arreglada mi rueda para mañana?

-Me la trae floja.

-No puede ser,  si le eché aire antes de venir.

-No me ha entendido»

En resumen, un servicio de calidad, rápido y amable. Igualito que el de la Seguridad Social… 

¿No?

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