Hoy la he tenido con mi novia porque al parecer ninguno de los dos hace caso al otro. Ella me decía que tengo que madurar y yo le decía que le tocaba sacar en el FIFA. El problema es que me ha dado un ultimátum: o la escucho más cuando habla o no se qué más.
«-¿112 emergencias?
-he llamado a mi novia por el nombre de mi ex…
-salga de casa, mandamos patruya.
-es que hace 15 años…
-como si empezaron ayer. ¡SALGA DE CASA YA!»
Qué manía con que maduremos. Y no sólo nuestras parejas. Nuestros padres, nuestros jefes, hasta nuestros hijos insisten en que espabilemos de una u otra manera.
Ya se lo que vais a decir: «estamos ante un claro caso de síndrome de Peter Pan». Pues bien, no pienso dignificar esa conjetura tan falta de base con una respuesta, excepto quiza: ¡un dos tres el que lo dice lo es!
Ni siquiera mi suegra, a la que tenía en alta estima, es capaz de comprenderme.
«-Desde luego vaya desorden de casa, yerno. Anda, trae la escoba.
-¿por qué, ya se va?»
¡Y eso que yo me hago querer! Le dejo que me cocine todo lo que quiere, le dejo que haga café, que me tenga mi cervecita, que me compre tabaco… Les das la mano y te cogen el brazo. Esta visto que la excesiva permisividad de la que hago gala no está dando más que resultados negativos, lo que va en detrimento de la relación con mi novia.
«-Cari, te noto como distante, ¿necesitas algo?
-que firmes aquí, aquí y aquí.»
Y eso que uno intenta arreglarlo. Pero no nos lo ponen fácil. Ni nuestra pareja ni el resto de la gente:
Si vas por la calle con un ramo de flores la gente te mira como pensando «la que habrá armado el pobre…»
Y es que el que un novio compre un ramo de flores no tiene por qué significar que haya hecho algo malo. Quizás el hombre sólo quiera convencer a su pareja de hacer juntos algo… malo…
Volviendo al tema del síndrome de Peter Pan, me hallo en el deber de reconocer que quizás no vayáis muy desencaminados. No me encuentro nada agraciado por la idea de madurar. Hasta el punto de que a la profesora de la UNED la llamo seño.
Aunque si me lo preguntáis, considero mi defecto, por llamarlo de alguna manera, mucho más acertado que otros que afectan a la mayoría de la gente de nuestra franja generacional, como el de una amiga que sale de marcha igual que al IKEA: todo lo que ve se lo lleva a casa y se lo monta.
«–Y tú… ¿Cuándo piensas madurar?
-¡Shhh! No grites. Noa y Pablo están discutiendo.
-¿Y esos quiénes son?
-Mis muñecos.»
Madurar es infinitamente más aburrido y malo para la salud de lo que queremos aceptar. Es como esas películas en las que al principio advierten de que salen escenas para adultos, pero luego no sale nadie arreglando papeleos, ni quejándose de la espalda, ni ejecutando el «aaaaay» pertinente cada vez que se levantan del sofá, ni diciendo cosas como «es la primera vez que me siento en todo el día».
Amigos, si eso es madurar, yo prefiero seguir como estoy. Todos los días hago descubrimientos alucinantes. Me quedo perplejo con las paradojas de la vida como las pestañas, cuya función principal es evitar que te entren cosas en el ojo, aunque el 99,9% de las veces que te entra algo en el ojo es una pestaña.
Madurar no mola.
Madurar es aprender a disfrutar de los domingos por la tarde.
Madurar es elegir qué día salir de fiesta, el viernes o el sábado, y al final no salir ninguno de los dos.
Madurar es arrepentirte de no haber hecho más el subnormal
Amigos, Madurar no es difícil, lo difícil es hacer que un amigo mire disimuladamente cuando le dices «mira, ahí viene ese…»
Bien señores (os trato de usted para que veáis que puedo madurar). ¿Qué otra acepción podemos encontrar al término que nos ocupa? Hacer las cosas en el momento y no dejarlo para mañana. Pues mira (o mire) yo en eso estoy de acuerdo. No dejes para mañana lo que te pueda hacer otro.
Pero claro, es muy fácil escudarnos en excusas que no hacen más que dar la razón al que te llama inmaduro,como es la típica de «se me olvidó».
A ver, mis queridos paisanos de Nuncajamás, esa excusa ya no cuela, teniendo en cuenta lo fácil que es recordar las cosas. Yo por ejemplo tan sólo tengo que tumbarme en el sofá con el móvil para que enseguida mi novia me haga un rápido dossier verbal de todas las cosas que me faltan por hacer; mano de santo.
Otro símbolo de inmadurez, dicen, es que nunca queremos hacer la compra.
»
-Pero… ¿seguro que no vas a comprar mucho?
-que nooooo tonto, sólo es un moment… no, una cesta no, coje un carro»
Cómo les gusta a las mujeres de mi vida meterme en un supermercado. Ahora, que yo lo disfruto ¿eh?
«- Esa es nuestra canción ¿la recuerdas? Bailemos.
-Ahora recuerdo por qué no vengo a comprar nunca contigo.
-Mercadoooona, Mercadona ¡Vamos todos!»
@cansinoroyal