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LA TOLERANCIA

«—¿112 emergencias?
—Tengo una bomba ¿Qúe hago?
—Ok. ¿De qué color son los cables?
—Uno azul cobalto claro y el otro rojo carmesí.
—Vas a morir, maricón.»

La tolerancia no es algo que se tenga o no se tenga. La tolerancia es algo que se adquiere (o no) a medida que nuestra personalidad va madurando (o no). Ciertas vivencias son esenciales en la gestión de nuestro nivel de tolerancia en todos los campos que hemos de abarcar.

A lo largo de la historia, la humanidad ha tenido picos altos y bajos respecto a su nivel de tolerancia. No hace falta ser historiador para saber de que momentos de auge de intolerancia estamos hablando, por lo que los vamos a obviar, para simplemente dedicarnos a la tolerancia en la actualidad.

Curiosamente, Hoy en día los niveles de tolerancia están más altos que nunca. Ser tolerante se considera ser moderno y por ende no serlo se considera estar anticuado, ser retrógrado, corto de miras, del PP, etc. Aquí es donde conviene hacer un alto y reflexionar sobre las implicaciones de etiquetar de antiguos los modelos de pensamiento como el del tema que nos ocupa.

Si ser intolerante está anticuado ¿Qué pasará cuando los Hipsters se aburran de las máquinas de escribir y los tocadiscos y expandan sus miras a la caza de algo antiguo que esgrimir en su lucha por…  por lo que sea que pretendan estos señores?

¿Qué pasará cuando aquellos pensamientos retrógrados que llenaron a la humanidad de vergüenza renazcan en forma de tendencia?

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¿Deberíamos entonces acabar con los Hipsters para evitar un nuevo alzamiento de la intolerancia? ¿No me vuelve a mi intolerante pensar en esta medida? ¿Se me está yendo la pelota con el tema? La respuesta a casi todo, o al menos a lo último, es si. Así que mejor sigamos.

Los hay que toleran hasta las picaduras de insectos con altivez y paciencia y los hay a los que les gustaría un libre albedrío un poco más controlado. Sea como fuere, todos se declaran tolerantes. Y se atribuyen el mérito de serlo más que el otro.

“—Soy muy tolerante
—¡Yo más!
—¡Yo mucho más!
—¡Tu no tienes ni puta idea de tolerancia hijoputa!
—¡Tu madre, cabrón, te mato!“

… y así.

Eso sí, por muy abiertos de miras que nos consideremos, todos tenemos un límite. Como por ejemplo el de la homosexualidad. Y que conste que lo digo para que conste: yo no soy homófobo, de hecho tengo amigos que son presentadores de Telecinco. Pero hay gente que se muestra un tanto incómoda con el tema.

Por un lado, esta gente no puede evitar sentir cierto mal estar causado por su rechazo hacia la homosexualidad. Pero por otro, su afán por querer disimular su reprobación le lleva inexorablemente a la sobrecomoensación, y esta a su vez a la tangente por antonomasia: los amigos gays.

Preguntarle a una persona su postura a cerca de la homosexualidad es como darle un paquete de Donetes; le salen amigos gays por todas partes.

Pensándolo bien, la homosexualidad es antinatural, como demuestra el hecho de que no hay ningún animal homosexual. Lo que si que hacen mucho los animales es ir a misa… ¿no?

Aunque este tema daría para una conferencia, ya no es tan interesante. Y es que ser homófobo ya no se lleva; no es tendencia. Hay otras posturas intolerantes más acordes con los tiempos que corren. Más mainstream. Como,  por ejemplo, ser antidieta. Si, es exactamente lo que parece.

Yo me declaro orgulloso militante del movimiento antidieta. Claro que no es la dieta en sí misma lo que me produce rechazo. Sino la gente que la sigue. Tener un allegado que afirma estar a régimen es como tener uno que dice que ha dejado de fumar, cuando en realidad solo ha dejado de comprar tabaco.

«—¿Tienes un cigarro?
—Si. Gracias por preocuparte.»

En este caso tenemos a un señor que se ha propuesto pasar más hambre que el primero que descubrió que los caracoles se podían comer por diversas razones. Interactuar con estos individuos puede llegar a ser incluso peligroso. Se empieza por «oye, ¿vas a comerte esa mancha de ketchup de tu camisa?» y se acaba con:

«Día 4 de la dieta:
Mis congéneres empiezan a encajar en categorias como «alimento» y «presa»

Así que ya sabeis, no os riais del amigo gordito porque que pide una Coca-Cola Light cuando vayais a comer por ahi; podríais ser su postre.

Ya que estamos en un restaurante, otra cosa que me produce intolerancia es la lactosa esta moda de pelar las gambas con cuchillo y tenedor. La última vez que lo intenté se la comió el de la mesa de al lado.

Tampoco tolero a la gente que se despierta de mal humor. Esa gente que pueden ser pedazos de pan durante el día. Pero sus despertares son… complicados.

«—Toda la noche conduciendo sin dormir, ha merecido la pena por ver esa carita.
—¿Traes churros?
—Eh… no. Es que…
—Ve a por churros.»

Hay que entenderles, pues ellos no tienen la culpa de ser como son. Por eso yo, en mi infinita tolerancia, intento no hacer mucho ruido por las mañanas mientras dejo caer la mesita de noche sobre su cara (buscando clavar esquina). Por cierto, y a colación de esto último. Tampoco tolero la violencia.

«¿Ya estas otra vez jugando al Call of Duty? Desde luego, así estáis de asalvajados todo el día viendo violencia y muerte y… ¡Anda, son las cinco! Quita la consola niño que empiezan los toros.»

Ah… Los toros. Todavía me sigo riendo cada vez que alguien dice «si no existiera el toreo, los toros se extinguirían». Ya sabéis, esa gente que se expresa de una forma tan locuaz que su lógica no admite recurso alguno.

Habla más alto, que todavía no tienes razón.

Cuando oigo a esta panda gente, no puedo evitar imaginarme a Dios dirigiéndose a los dinosaurios.

pequeños animales…

(porque Dios tendría la voz así como profunda)

hermosos y majestuosos como os he creado, vuestro tiempo en la tierra ha expirado. De modo que despedíos de la vida, porque voy a dejar de torearos»

Tampoco soporto a la gente que hace preguntas tontas.

«EN LA OFICINA DE TURISMO:
—Hola, ¿Me da un mapa?
—¿De aquí?
—No, de Narnia. Con los armarios indicados por favor.»

(Tampoco tolero a la gente que responde irónicamente)

La verdad es que, releído este texto y a pocos minutos de publicarlo, me doy cuenta de que no soy tan tolerante como creía. Claro que en este mundo nadie lo es.

Pedir tolerancia es pedir demasiado en un mundo en donde ponemos sabores de todo tipo a lubricantes y preservativos mientras que las galletas integrales siguen sabiendo a corcho.

Cualquiera puede pensar que mi problema es que no tengo muchas ocasiones de usar este tipo de productos eroticos y por eso no soy capaz de entenderlo. ¿Y a vosotros que os importa mi vida sexual? ¿Qué os importa que cada vez que compro preservativos el farmacéutico me advierta de que caducan en cinco años? Mira que os dejo de tolerar ¿eh?

Me declaro también intolerante a los niños malcriados. Cuando veo a un niño tirado en el suelo de unos grandes almacenes en medio de una rabieta que se asemeja más a una posesión demoníaca, porque su madre no le ha comprado lo que quería,  me invade una gran sensación de desconcierto que solo se me pasa cuando palpo el preservativo de mi cartera.

Pero si hay algo que me cause aún más reprobación que el niño en cuestión es la sorprendente habilidad que tienen sus padres para ignorar su perreta completamente. Yo cuando veo este alarde de auto control me gusta transmitirles mi admiración en el mismo tono que ellos usan.

«¡Oh! Señora mía ¡Vaya pulmones tiene su hijo! Y usted, ¡Qué gran educadora debe de ser al no permitir que su retoño haga mella alguna en su carácter con semejante comportamiento! No obstante, y todo ello en virtud de la ciencia, ¿me permite comprobar cuántos raquetazos de canto soporta la cabeza de su querubín?»

En fin… Vaya cafre estoy hecho. Empiezo una entrada alabando las virtudes de la tolerancia y aprovecho para dar rienda suelta a mis miserias. Os pido perdón. Pero ya que estoy, tampoco soporto a la gente que lee mis entradas y no lee también los increibles comentarios que me dejan los lectores. De verdad que sois los mejores. Un saludo.

OFF TOPIC

Hoy, según la app de WordPress, ya hace un año desde que alguien me convenció para empezar con esto de los blogs. Sinceramente, nunca pensé llevar miles de visitas en menos de un año ni muchísimo menos. Máxime cuando sólo llevaba unos meses y no pasaba de 5 o 6 personas de mi cercanía que «se pasaban a ratos» a leer mi sarta de tonterías.

Tampoco esperaba conocer a las maravillosas personas que he encontrado aquí, ya sea por medio de los comentarios o a raíz de la misma app, que posibilita el seguir y que me sigan otros blogueros (si alguien conoce alguna forma de que te sigan no-blogers le agradecería que me la dijera, pues muchos amigos intentan seguirme o suscribirse pero la pag no les da esa opción).

No es que sea muy dado a celebraciones de este tipo porque tampoco tienen gran importancia. Pero desde aquí daros las gracias como he hecho en otras ocasiones por la atención, el cariño y sobre todo por los comentarios que me habéis regalado desinteresadamente y que con tanta ilusión leo. Confío en seguir con esto mientras siga recibiendo vuestros ánimos. Un abrazo.

Eze

Twitter=@cansinoroyal

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12 comentarios en “LA TOLERANCIA

  1. Creo que podrías ser el presidente de la Asociación Mundial de los intolerantes (AMI).
    Te lo dice una que siempre se levanta enfadada (aunque luego soy un trozo de pan) y a la que le gustan los toros (mi hijo es novillero, como para no gustarme) y aún así entiendo la otra postura perfectamente.
    un abrazo..tolerante

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    • Me alegra que seas de mente abierta en ese sentido. A mi no me gustan los toros, no lo voy a negar. Pero aunque en mis entradas haga alusión a estas cosas como he hecho con otras que casi me traen sin cuidado tambien, no es un tema que me apasione abordar. En Canarias no se habla demasiado sobre el tema. Ni positiva ni negativamente.

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  2. Van dos entradas que leo de tu blog y ya lo he añadido a favoritos… es mucho decir eh, que entré como 14 veces a la web de Hacienda escribiendo la dirección vez sí vez también. Así que voy a seguir toreándolo, no vaya a ser que se extinga.

    Si buscas matar rápido y de forma inesperada te recomiendo a George R. Martin, es un tipo bastante intolerante con la vida.

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  3. Miss dijo:

    Hola, me ha encantado tu blog y por eso me animo a dejar un comentario: me parece que cuando llamamos intolerancia al sentimiento de odio hacia, por ejemplo, los homosexuales, y también se lo llamamos al disgusto que nos provoca la molestia de un niño receptor de una inexistente educación por parte de sus padres estamos hablando de cosas muy distintas. Pero claro, eso es una opinión mía, mediatizada por el hecho de que los niños maleducados me parecen mala cosa, y los homosexuales me son indiferentes. Si la intolerancia va dirigida a actos o hechos indeseables, desde luego no puede ser mala, ya que únicamente expresa nuestro rechazo a esos hechos indeseables.
    Y, por cierto, no tengo nada en contra de los toros, solo en contra de la tortura a los animales. Si los toreros y demás son capaces de salir al ruedo y enfrentarse a un toro tal cual sale a la plaza, íntegro, no desangrado ni enloquecido de dolor… Si se atreven, no tengo inconveniente alguno en que lo toreen un poco y después lo dejen volver al campo. Y no entiendo ni nunca entenderé por qué depende la existencia de los toros de la cantidad de dolor que se provoque a estos animales.

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    • Lo primero gracias por leer y más aún por comentar. Lo segundo decirte que estoy plenamente de acuerdo contigo en el tema toros. No obstante, lo que no se puede hacer es lo que hace la gente que le da por insultar a los taurinos y meterse en medio de una corrida a dar por saco. Para esto como para todo en la vida, hay formas y formas y lo que está más allá de toda tolerancia son las malas. Al margen de lo que yo diga en una entrada para hacer reír. Tengo muy claro cuales son mis valores. Y el primero de todos es el respeto. Que ha de ir mucho más allá que la tolerancia. Un saludo!

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  4. Raúl dijo:

    Pues yo pongo mi tolerancia a prueba en el Decathlon cuando entro y veo niños con patinetas…bicicletas…pelotas por en medio de los pasillos y sus padren ignoran tal comportamiento. Entonces cierro los ojos y pienso lo mismo que cuando estoy en un cajero y tengo delante a un bondadozo anciono/a, intentando pagar un recibo y no se aclara.

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